Cuentos /Stories
2014 - 2019
Principio y fin
Despertó en mitad de la noche y me vio. Yo estaba ahí contemplando su sueño, deseando que al salir el sol no despertara. Llevó una mano a su cabeza y se apreto la sien. No podía quitarle los ojos de encima, era como verme a mi mismo pero indefenso. Se estrujó los ojos un poco y me dijo:
-¿Qué escribes?
-Un cuento en el que mueres- respondí.
-No sabes como hacer eso, lo has intentado un millón de veces.
-¿Y eso qué?
-Tu existes solo por que yo existo. No puedes matarme.
-Tal vez tu eres el que existe en mi.
-Deja, las tonterías, ni de una ni de otra podrías matarme. Yo soy real.
-Yo también y lo sabes.
-Tú no eres real, yo si lo soy. ¡Entiéndelo ya!
-Anda ¡Duérmete!
No lograba coseguirlo, siempre amanecía y él seguía ahí. Pero hoy lo entendí. Y este es el momento perfecto para matarlo. Está historia no se trata de él, sino de mi. Pensaba que jamás lo iba a descubrir, que siempre podría escoderme su secreto. Él me escribe, mientras yo lo escribo. Al terminar , éstas letras saldrá el sol, ni él despertará, ni yo volveré a dormir.
É.
Auto retrato para Freud
“Le diría que soy como un fantasma, pero esa idea es de Mayra”
Hace unas semanas fui a verle. Era uno de esos días donde el mundo parece estar en contra tuya. Todas las cosas desde las más estúpidas a las más complicadas están confabuladas para hacerte la vida de cuadros. No estaba de ánimos. Llegué y me esperaba el maldito sofá encorvado que acomoda la joroba de todos los que allí se sientan. Como siempre a las 3:00pm, entró el doctor con su dichosa libreta. Me dijo que para empezar a tomar confianza debía describirme. Comencé por decirle que mi altura es de cinco pies y ocho pulgadas. Mi cabello, negro. En el labio una cicatriz que me recuerda que en la vida las cosas más tontas te dejan una marca. Y como olvidar la cicatriz en la frente. Esa solo me recuerda que las paredes de piedras son duras. Interrumpiéndome me preguntó cómo me sentía con mi cuerpo. No pude evitar decirle que mi cuerpo se sentía bien conmigo. Entonces con su estilo de doctor canguro, saltó y me dijo que le hablara de mis ojos. Reconozco el leve momento de molestia ante la pregunta. ¿Por qué? Bueno, dicen que los ojos son las ventanas del alma, en mi caso creo que son ventanas transparentes. Debo aclarar que es de ese tipo de ventanas por las cuales tú ves hacia afuera pero es casi imposible ver hacia adentro. Al decir eso al doctor, me preguntó qué era lo que había dentro. Entonces le comencé a contar:
Siendo sincero debo decir que mis ojos no guardan muchas lágrimas, más si guardan muchas alegrías. Mis ojos son la mentira que mejor me describen. Yo soy esa persona que puede caminar sin hacer ruido. Puedo estar justo a su lado en tal silencio que paso inadvertido. Lo observo todo. Eso no quiere decir que no pueda ser estruendoso. De hecho lo soy, pero no siempre. No reprimo los deseos de ser ruidoso. De hecho nunca escondo nada. Simplemente estoy en el punto ciego, ese lugar donde ves lo que sucede pero no eres visto hasta que te mueves. Muchos intentan acercarse, pero no puede acercarse demasiado, porque solo podrá ver una parte, algunos me ven desde lejos y obvio que me pierdo en sus pupilas como un barco en el horizonte. Creo que soy algo complicado, como un personaje de autoficción. Me parece que no me está entendiendo. Quizás parezca que no me estoy describiendo mucho, pero fíjese bien, con detenimiento. No soy una persona fría, para nada. No guardo mis sentimientos en la caja del pecho para sufrir por ellos. No puedo negarle, que en ocasiones he llorado con carcajadas, pero ya eso pasó. Es posible que haya aprendido mucho en tan poco y corto tiempo de vida, que no puedo escribir desde la herida, pero si desde la cicatriz. (Total al fin y al cabo yo solo existo en mi imaginación.) Tal parece que tengo la capacidad de aprender de los errores propios y ajenos. Volviendo a mis ojos debo informar que ellos pueden decirle miles de cosas, que soy responsable, que me preocupo por otras personas, que soy asocial, que puedo ser un gran amigo... Pero no confíe, todo el mundo miente y puedo asegurarle que mis ojos siempre están listos para ser de un color distinto cada vez que los mire, así he nacido. Privilegio o condena, yo puedo ver a través de la ventana, pero usted solo verá hasta la cicatriz.
É.
Corazón de tela
Y estaba allí, al costado de la pata de un viejo sillón. Ya no recuerdo bien, han pasado años desde mis últimas horas de tibieza. Pero sigo aquí, en el suelo, amenazado por un par de viejas tijeras que pretenden desgarrarme los hilos que mantienen unida mi vida. Por mis bordes descosidos se disipa el bello color rojizo que me destacaba. Hoy solo soy un opaco corazón de tela que se encuentra al filo de un tiempo que daña mis fibras. Más no me rindo, los corazones jamás se rinden, no importa cuán profunda sea la herida.
Algún mal insecto ya me ha roído aquellas alas que me hacían volar. Parece que no me quedan fuerzas, pero sigo firme, en una agonía que me lleva a pensar en la esperanza. Aquella noche pasaste por mi lado. Vi que me miraste fijamente, alejaste aquellas tijeras que violentaban contra mi vida. Recuerdo que al levantarme del suelo, parte de mí se quedó aplastada bajo la sombra del sillón. Me vi perdido, desgarrado en dos pedazos, y ningún corazón que haya tenido vida, debe morir así. Yo estaba en tus suaves manos, pero allá en el piso se quedaban aquellas cosas que me hacían ser yo, mis buenas y malas experiencias, aquellas locuras del corazón que muchos dicen que la razón no entiende. Loca de sombra, mi otra mitad se lapidaba bajo la alfombra. Más tú sabiendo que sin esa parte no estaría completo, la recogiste, eran aquellas mis antiguas miserias y aventuras. Me vi en tus manos tan desecho que pensé que terminaría junto a la demás basura.
Pero caminaste hacia un cuarto extraño, de una gaveta sacaste un bolso. Lo abriste sutilmente, sacaste un nuevo par de tijeras que susurraban mi completa destrucción. Cerré los ojos para no ver cómo me mutilabas. De repente atravesaste mi calma con un hierro fino y punzante que electrificó mis fibras. Una y otra vez sentía el dolor de aquella desdicha. El dolor blanco cruzaba mis partes, más podía recordar todo aquello que pensé había perdido. Sentía que mis paredes se unían, pero el dolor era inmenso y me abandonaba la calma. Me sentía solo y temeroso en pos de lo que hicieran tus manos. El dolor fue tanto que me desmayé. Creo que tardé horas en recuperar la conciencia. Me sentí…. Comencé a sentir mis bordes, que ya no estaban deshilados como antes, sentí mi otra mitad, mi esencia. Me vi, me asusté de tener color de nuevo. Me alegré, como dije: los corazones que han vivido jamás se rinden. Pero se detuvo mi vista al ver que por mi centro cruzaba un hilo blanco, sé que me mantenía unido, mas sentía que era la cicatriz que marcaba mi vida. Con la intención de consolarme me dije que para resucitar hay que morir primero y así empezar de nuevo, desde cero.
Pero quien iba a querer un corazón con una cicatriz que recorría todo su centro. Creo que de tanta pena me agrieté un poco. Más lo notaste y colocaste una bendita para tapar mi herida. Pensé que nadie querría llevarme. Mas aquella mañana te despertaste, me tomaste de encima de la mesa, donde me habías dejado. Con algunos otros hilos me zurciste en tu camisa. Mis hilos se enredaron con tu alma y mi cicatriz no importó, porque hoy soy feliz. Me siento enorme, solo porque tu corazón late junto a mí, junto a mis hilos, que disfrutarán de tu compañía, un minuto, diez años, treinta años... hasta que este gran comienzo, llegue a su fin.
É.
Neuronas sonámbulas
Corría, corría, y corría. El camino era infinito, un sol se desangraba sobre la arena. El frío era insoportable. En la orilla un barco se quedaba atascado en un remolino. Yo volteaba la cabeza a todos lados. De repente se comenzaron a caer todas las estrellas del cielo. Como una cascada se derramaban sobre la tierra dejando unos cráteres enormes. Yo seguía corriendo, ahora dentro de un edificio, donde estaba destinado a encontrar el piso catorce. Llegué a la azotea y me encontraba en Paris, junto a un hombre loco que mataba cigüeñas. Me dirigí nuevamente abajo, no había encontrado el piso catorce. Salí por la puerta principal, me detuve. El sol se asomaba tras el edificio, recordé que no podía ser tocado por su luz, comencé a correr otra vez, la luz fría del sol me perseguía casi tocándome los talones. En el gran desespero que tenía impacté una pared. Todo se volvió obscuro, no veía nada.
Dos segundos más tarde estaba encerrado en una caja de cristal que se llenaba de agua. Entonces lo entendí. Estaba teniendo una pesadilla. Toqué con un dedo unas de las paredes del cubo de cristal. Al instante se quebró, y desperté. Observé el reloj, eran las 12am. A través de la ventana se colaban los rayos del sol. ¿Sol a las 12 de la noche? Me pregunté. Me pellizqué. No lo podía creer, me recosté sobre la almohada, pero la luz del sol no me dejaba dormir. Entonces fui a tomar un vaso de agua. Bajé las escaleras de mi casa y caminé hasta llegar a la cocina, bebí agua. Volvía a mi cuarto, pero al mirar hacia el segundo piso noté que las escaleras habían desaparecido. Comencé a saltar para alcanzar el borde del pasillo que da a mi cuarto. De repente me percaté de que estaba allí solo, me reía de una sombra huesuda que me miraba con sus cuencas de los ojos vacía. Me preguntaba si me estaba viendo. No sé cómo pero de repente el suelo desapareció, me deslizaba entre muchas rocas de las cuales no me podía sujetar, porque estaban recién bañadas y el jabón hacia que se me resbalaran de las manos. Estaba a unos 100 metros del suelo, cada vez veía el suelo más cerca. Alcanzando los 10 metros no podía gritar. Ya faltaba poco, unos tres metros y chocaría contra el suelo. En el metro uno, poco antes de tocar el suelo desperté.
Ya, estoy despierto y lo confirmo, son las 4 am, la luna está en su lugar correspondiente, escribo mi sueño, solo tengo par de minutos antes de olvidarlo, debo acostarme a dormir, pero temo que vuelva a tener otra pesadilla. Ahora recuerdo que mañana tengo que ir a esa clase, a esa a la que no quiero ir porque no me gusta. Pero tengo un examen. Me pregunto si todavía estoy soñando.
É.
H, el silencio de mil historias
Recuesto una letra en el papel sin saber porque. Una letra no dice nada, pero recuerdo que era una H. Quizás quería hablar, pero estaba mudo. Tal vez me sentía como aquella letra solitaria en aquel enorme papel. No sé por qué no le hice compañía a la triste H. Fue injusto de mi parte no volcar algunas letras más sobre la hoja. Pero solo escribí una H que no puede gritar su nombre. Una H amordazada de astucia, sumisa a favor de las vocales. Me pregunto adonde se habrán ido las vocales, se alejaron de mi musa, dejándome solo y en silencio. A veces me pregunto si las demás letras extrañan el silencio de la H. ¿Te imaginas cuan oscura de silencio está esa letra?
Me parece que en una H se guardan muchas historias, lástima que el labio que una a las dos ll este condenado al silencio eterno de nuestro idioma. Estoy lastimado por dejar esa H sola en el papel, parece que la hoja tiene una carie que no le deja hablar. H, H de héroe mudo esquizofrénico de las palabras. H, te pido disculpas por haberte puesto en el papel. Pero ya que estas ahí hazme este favor, cuenta a todos mi historia pero no te quites la mordaza ni para decir una palabra, porque tú, H, eres el silencio de mil historias, y confío que cada palabra que te lleva, guarda un secreto.
É.
Érase un Hombre que quería un corazón de piedra
Estaba allí en medio de la plaza, aturdido. Quizás cansado de sentir las cosas que le pasaban. Desde ese lugar en el que estaba en pie, no podía ver lo que a su espalda sucedía. Moldeado a dintel humano, se cobijaba bajo un ala lluviosa que para sus mejillas eran lágrimas. Tanto sufrimiento, pues nadie se quedaba a acompañarle, nadie se arriesgaba a tocar su fría piel. No lo comprendía. Solo recordaba estar desde siempre en el mismo lugar, viendo lapsos de sol y lluvia; de vez en cuando algún arcoíris. Sin fuerzas para moverse, el hombre sentía sus pies atados locamente al concreto. Su alma en contraposto dejaba caer sus sueños hacia la nada.
A sus espaldas un chico se sentaba; mas nunca lo veía. Su torso fijo miraba hacia un horizonte ciego, lo que no le permitía ver al joven, que lleno de emociones se sentaba tras él a perfumar ausencias. Aquel hombre tenía las fuerzas para moverse, para arriesgarse, pero estaba inmovilizado. Tras su espalda una joven coincidía con el joven muchacho. El hombre, que obligadamente le daba la espalda a esto, sentía en el tibio mármol, como las musas susurraban al oído del chico las palabras adornadas que lo acercaban a tomar la mano de la joven dama. Pasaron muchos segundos, minutos, horas, días y nada cambiaba, todo moría en tibias despedidas que la luna enamorada se negaba a ver.
El hombre, que solo sentía aquellas despedidas, pensaba que no debería haber sido así, que ambos merecían la oportunidad de hacer una despedida revolucionariamente eterna, manteniéndose juntos. Sin embargo, una noche luego de la despedida habitual jamás volvieron a verse aquellos jóvenes. Todo se desvaneció, los sonidos se alejaron en la luz de la noche, hasta ser callados por el ruidoso viento que enfriaba la espalda del hombre. Qué sufrimiento, qué pena para aquel hombre inmóvil que esperaba sentir por lo menos la tensión que tejían las moribundas arañas del destino entre los dos imanes de atracción oculta que se alejaban para siempre. La tristeza empeoraba su situación, frente a él, se pasaban algunas personas que aparentemente se amaban y eran felices. Pero no había nada peor que aquellos que fotografiaban su triste imagen. Todos se alejaban. Nunca apareció alguien que lo acompañara, entonces empezó a tener la idea de que el más mínimo gesto de cariño terminaría en sufrimiento. Una tarde ante sus ojos cayó un papel que decía: “Es mejor sufrir por amor, que marchitarse en la incomodidad de no haber amado”.
Al instante recordó a los jóvenes y al ver como terminaron aquellos encuentros, no pudo hacer más que dejar que el desdén y un azulado dolor lo recubrieran. Al pensar que siempre terminaría así, se negó ante cualquier acto de amor y cariño, a tal punto que en el banco a su espalda nunca más se sentó alguien que sintiera amor. Más frío que el hielo, hizo que las flores se marchitaran en nubes grises. Todo estaba moribundo, nada quedaba a su alrededor. En una madrugada sintió que algo de la vida lo estaba consumiendo. Mirando a su fijo y vacío horizonte dijo para sí mismo: deseo tener un corazón de piedra.
Fue tan profundo su deseo que llegó a los oídos del destino hacedor de lo imposible. El destino que escribía el futuro de aquel hombre, se afligió por un momento, y antes de escribir lo que le sucedería al hombre entre paréntesis escribió: esta es la historia de un hombre que pedía un corazón de piedra, el pobre ingenuo no se había dado cuenta, que él era una estatua.
É.
Luz de closet
Dentro de un angosto closet, donde se oculta entre las sombras, los dolores que nadie debe ver, se encuentran tres rostros que han sido cambiados por el tiempo. A la derecha un joven, enfundado en ropa de moda y estilo; que solo le sirve para guardar la apariencia de lo que algún día gritaron los cuatro vientos que él debía ser. Pobre joven de sonrisa alegre y labios tristes, era un prisionero de su propio disfraz.
Junto a él y justo en medio del armario; se encontraba un ser, tortuosamente maltratado por su artilugio de vida. Con grandes maquillajes, se encuentra aquí, guardado en el armario, este ser varonil. Pero eso no importa, porque la apariencia varonil es llevada por uno que vive como dama y caballero, uno de esos que en su propio planeta es forastero.
Siendo este armario la única guarida de aquellos que sufren por su propia condición hacia lo ajeno, se encuentra aquí resguardado en el costado izquierdo, un adorno dominical que oculta en sus entrañas la identidad que se prohíbe con la cruz. Esa que los excéntricos religiosos condenan al exorcismo, era una de las tres identidades que se mantenían guardadas en el closet.
Cierto día, cuando entre las leves grietas del closet se colaron unos tenues rayos de luz, quienes allí estaban notaron que la luz que se colaba entre las gritas era demasiado pequeña para iluminarlos, pero entendían que seguía siendo un hermoso rayo de luz. En ese momento el closet se iluminó con la radiante certeza de que todo puede cambiar, si el deseo vine del interior. Fue entonces cuando aquella primera figura a la esquina derecha comenzó a maquillarse, tal cual se sentía. Con efusivos colores, brillos y sombras. Saltó entonces una sonrisa de orgullo, de claridad de sentirse bien con sí mismo, aquel chico acababa de pintar en su rostro la sonrisa femenina más radiante, todo porque era verdadera. Con camisa de furor, fue vestido por los sastres de la vida que con manos de seda lo adornaban como al mejor de los regalos, preparándolo así para ver la gigantesca luz que se encontraba fuera del closet. Al extremo izquierdo la luz también había llegado, y fue entonces cuando la cruz se descolgó del cuello, de sus pensamientos se fugaron los ideales de las ataduras. El sentimiento ficticio de la culpa abandonó el lugar, pero no sin antes reconciliar la razón con Dios, permitiendo que el amor propio saliera invicto. Fue entonces cuando con papel se hizo un par de tetas, por si alguien dudaba del “swing”” femenino que había escondido durante un par de años. Untándose labial, se desbordó con grandes gestos de baile y pintura, para que todos sepan que “prefiere la danza y la acuarela a eso del futbol y la acrobacia”. Sin embargo en medio de todo quedaba alguien que escogió otra fórmula para ser libre. Primero comenzó a desmaquillarse, dejando al descubierto las marcas que adormecían su rostro con dolor purpura. Con un gran esfuerzo, y quizás con ayuda del closet, logró dejar esas huellas de dolor atrás. Sin maquillaje ni dolor en su rostro, utilizó el vestido que sentía querer, no importaba su preferencia sexual, ni apariencia física. Fue de esta forma, como los tres seres se reconocieron a sí mismos como personas, la abundante claridad les dejó ver lo valioso que eran cada uno de ellos. Así, cuando todos estuvieron listos para salir de su cárcel, lentamente se acercaron a la puerta y dijeron para sí mismos, este soy yo, dejaron en el armario aquellos falsos disfraces y caminaron con orgullo hacia un futuro que no pretendía volver al closet jamás.
É.
Casi un "te extraño"
Pensaba decirte que te extraño, así que tomé una hoja de papel y un lápiz para comenzar a escribir. Rápidamente tatué en el papel una sombra que indicaba ser una T. Era una T única, muy parecida al muelle por el cual caminamos muchas tardes cuando el tiempo nos premiaba con una cinta de la libertad. Para no perder tiempo derramé una E en el papel. Una E que olía como tu esencia en las noches. Solo pasó un segundo para que yo hiriera el blanco papel con otra E. Una E tan entusiasta como tus ganas de danzar en contra del viento. No podía olvidar tu forma tan peculiar de ser, así que tracé una X, no hay letra tan peculiar como la X, son como dos almas que cruzan su camino. Entonces dejé de escribir, un miedo horrible hizo que mi mano se sintiera como una hoja seca de otoño. Me quedé inmóvil. Levanté el papel de la mesa, contemplé aquella palabra incompleta y lo arrojé a la basura. Ahora estoy aquí para decirte porque no terminé de escribir. La verdad fue por miedo, ya que cada letra me traía un recuerdo de ti. Tú debes saber que cuando llegara a escribir la última letra, sentiría una O hueca en el pecho. Ya te lo he descrito y solo los que han extrañado a alguien saben a lo que me refiero, no es un vacío ahí donde está el corazón. Es un viento frío que hace su nido entre el pecho y el abdomen, es ahí donde se siente que uno está incompleto, donde va la pieza restante del rompecabezas. Tengo miedo de sentir eso, así que por hoy solo queda el soplo de un te extraño y una brisa que se muere por verte.
É.
Te pido...
Te pido que me des razones para creer en ti, para confiar en ti, para darte mi vida. Dame razones para ser feliz contigo, para confiar en mi. Por favor dame razones para soñar contigo. Dame razones para amarte. Necesito esas razones de inmediato, porque no las tengo y ya me estoy enamorando.
É.
Espejismo
Sé quién soy, sé que vivo en mí. Estoy consciente de que manejo un cuerpo que de algún sitio ha venido. Cuando chico, mi cuerpo y yo éramos uno. No entiendo cómo, un día me di cuenta de que yo era solo quien movía la maquinaria. No estoy seguro, pero creo que no hay forma de salir de aquí sin llevarme mi cuerpo. Pero no me molesta mi estancia, más me desconozco; en los espejos solo veo el cuerpo que me cubre. Me pregunto qué forma poseo, algunas veces me imagino como un soplo de espinas que en pieles finas se convierten en caricias. Sí, así debo ser, más se tornan mis acariciadas espinas en aguijones punzantes que ennegrecen el alma. Monstruoso, sombrío, me apodero de mi cuerpo y se obscurecen mis ojos porque adentro todo está en tinieblas. La música mueve mi inexistencia y haciéndole cosquilla a mis nubes, las mueve, mientras entre las ventanas de este cuerpo se cuela la luz blanca de la luna. Me encanta la claridad en mí. Pero no tengo color, eso depende de la luz que a mi llegue o no llegue. Muevo un brazo, una pierna, parpadeo. El cuerpo es una máquina genial. Tengo el control, ya sé que estamos separadamente unidos. Es como vivir dos vidas. No sé cómo se habla, sé que se mueve la boca y se emiten sonidos. Pero así no puedo hablar yo. Estar aquí encerrado sin pulmones propios no me permiten emitir sonido, mis palabras son impulsos eléctricos en el aire.
Ser un todo encerrado no es muy útil, pero aprendí que mi cuerpo podía transformarse en palabras, es lo más cercano a un yo existente y perdurable. Me plasmo en papeles para tener voz, un cuerpo. Voy por la calle dentro de mi armazón, todos lo ven. Me he encargado de adornarlo y cubrirlo. Todos creen verme pero nadie me ve, por eso digo que no tengo color. Reconozco otros como yo, pero están muy unidos a su cuerpo, solo creen en lo que ven sus ojos. Pero los ojos del cuerpo son engañosos. Mi única forma de entender es sintiendo lo que veo, es decir no es solo verlo, es desmembrar eso que se ve hasta casi llegar al susto.
Cuando deseo me acerco, frío cuerpo que espanta mis fantasmas. Se enfría a tu lado mi aire tierno que algunos llaman amor. Me vuelvo a mí de inmediato para descongelar el aire que quedó frío. Encuentro en el cuerpo humano un lugar cálido, creo que es igual a mi corazón, está lleno de ideas tan intangibles como yo. Cálido, seguro, tranquilo, no escucho lo que otros gritan, es la vida un giro de acrobacia al vació. Como para todos, es para mí un toque de amor el que me tiendan la mano. Vivo dentro de un ser que aún cree en el amor. No sé cómo mis manos me vuelven letra apasionada, entiendo que es por orden mía, pero en cuanto puede una mirada seduce mis letras sonrojadas. Me quedo en casa y va mi cuerpo vacío, espejismo para todos que mi existencia ignoran.
Pero llego a tu lado, para mí el lugar más inseguro, me desarmas, haciendo de mi casa un hogar sin muros. Me guardo en mí, pues a tu lado soy oración completa, sin orden, sin acentos, sin verbos, sin adjetivos, sin sujeto. A tu lado eso soy, una oración mal acentuada, sin sentido, que muere en un punto final.
É.
En caso de que un día me leas
No sé por qué gasto letras escribiendo acerca de ti, pero aquí estoy, apuñalo el papel con el carbón de un lápiz viejo que encontré al lado del primer y único recuerdo que dejaste en mi memoria. Continúas tu camino, probablemente te esperan cosas más grandiosas que el haberme conocido. Lo sé, no soy tonto. Aun así me pregunto porque te eché de menos cuando salí a la calle y no estabas. Es curioso, hace algunos días no sabía de tu existencia. Sin embargo, el compartir solo un pequeño rato me permitió leerte como un libro de los que tanto amo. Es posible que las juguetonas arañas del tiempo hayan muerto antes de permitirme leer el primer capítulo, pero en esas pocas páginas que leí, pude sentir una ternura extraña que venía en busca de un corazón donde cobijar la lágrima que ocultas en tus ojos. No sé por qué me gustaría verte otra vez. No sé si es curiosidad, solo quiero saber ¿porque estás sola? O mejor ¿por qué te sientes sola? ¿Por qué eres diferente? ¿Por qué en ti se esconden misterios que te hacen ser quién eres? ¿Por qué me hablaste? Me parece que tengo muchas preguntas. No puedo evitar sentir, que antes de tomar el vuelo a tu próximo destino, se resbaló de tu alma un diamante de esos que cuelgas en tu corazón. Ayer fui a aquel lugar donde te conocí y vi una pequeña araña en una taza. No estoy seguro, pero me gusta ser ingenuo, y creer que aquella pequeña araña teje un tiempo destinado a tu regreso. Quizás no sea así, pero si lo fuera no dudes en buscarme, porque te estaré esperando; para seguir una charla que se quedó atrapada en la distancia, desde el momento en que te fuiste. Recuerda que estaré esperándote con una taza llena del extraño vacío que dejaste.
É.
La dama en el ojo
Como de costumbre, ya había disfrazado de ingenuidad mi anzuelo, entonces te vi. Yo que andaba ciego, divisé tu luz entre las siluetas. Eras brillante, tu claridad asombró mi pupila, tu cabello enredó mis sueños. Me acerqué pero estabas inalcanzable como un arcoíris. Mis pensamientos, entorpecidos de ti, no me dejan acercarme. Pero mis pies se movieron, se deslizaron a tu lado, mi mundo dormía de alegría, el telón de tus ojos comenzó su función, y yo era el espectador esperado en primera fila. En mi pupila una estrella comenzaba a brillar, tus vientos vueltos palabras impulsaron mis sentidos a la marea de tus ojos, ahogando para siempre mi razón. El barco de mi mirada se persignaba ante un naufragio. Sin embargo, tu mirada calmó las aguas, mi barco llegó a tu orilla. Al despedirnos tú no te fuiste. Cerraba los ojos y ahí seguías, no había forma de borrarte.
Hoy sigues ahí, te sientas, te levantas y preparas un equipaje que nunca te verá partir. No solo eso, tú caminas seguido en mi pensar y veo cómo te miras tan guapa al pasar. Construyes tu casa en lo profundo de mi mirada. Sueño y sonrío al ver que ya estas establecida, durante algunas noches limpias mi mirada con tus muñecas y algunos cubos de agua se derraman inadvertidos por mis mejillas. Yo me enamoro cada vez más, te sabes dueña de mis ojos, te regodeas por ellos día y noche. Amanece, me asusto al ver que dejas la casa vacía. Y me digo que en las mañanas sales a vivir, a crecer, a germinar el alma. Durante el día entras a esta tu casa, que se inunda por la simple alegría de verte, a esas horas intermedias que visitas tu casa, mis ojos brillan de resplandor, tu casa se ilumina, pero no lo sabes; no notas que eres tú quien ilumina tu casa.
Luego cuando el deber del mundo te roba de mi tiempo, te alejas por mis mejillas volviéndote en la distancia cada vez más pequeña, más no me dejas solo. En mis ojos dejas tu belleza, tu esencia. Lejos o cerca sigues en mis ojos, que a su vez habitan en mi alma y son la simple puerta a mi corazón.
Llegaste aquella tarde, ya casi era de noche, me diste un beso y antes de contarme tu día, pasaste tus manos por mi rostro, como nunca, me miraste a los ojos. La curiosidad recitó de tu boca a mis oídos una música que decía: en tus ojos hay una luz muy única. Te miré, mi alegría te pintaba la cara y te dije: mis ojos brillan porque ya has vuelto a casa.
É.
Carta al viento
Eres anciano, pero corres de prisa. En las tardes más hermosas con tu caricia en mi mejilla me sacas una sonrisa. En los días más cálidos me refrescas, en las noches más frías me congelas. Si bien eres sonrisa, también eres pena pues cuando te enojas todo lo destruyes, tornado o huracán seas, le cobras a muchos lo que les has dado. Eres soplo de vida y muerte, de alegría y castigo. ¿Cuántos no han podido decir sus últimas palabras porque tú fuiste prófugo de sus sentidos? ¿A dónde vas cuando no te veo, cuando no te siento, cuando no mueves ni una hoja? Eso no me importa, pero tú viento, tan antiguo como el mundo, cuéntame quien te ha inhalado, quien gracias a ti ha alzado la voz en gritos de protesta. Dime cuantas veces has susurrado el suspiro del amor al oído. Cuéntame viento, la verdadera historia del mundo, tú la sabes, tus ojos han llorado las guerras, tus brisas otoñales han secado las pinturas de Miguel Ángel. Y no puedes negar, que tus brazos de aire han sostenido aves de metal, aves de pluma, aves con alas derretidas por el sol, aves con sueños rotos que cayeron de las alturas. No olvides contarme de los discursos engañosos, ya sean los de Hitler o los de cualquier político virtuoso. Ten en cuenta que solo quiero saber, porque alguien nos debe decir, adonde van las cenizas de los difuntos que dejan a tu suerte, o si eres tú un gran amigo de la muerte. Por favor viento, cuéntame sobre las mentiras, sobre las supersticiones de espejos rotos, sobre las brujas quemadas en medio de alborotos. Viento que sigues vivo, pues la muerte no te alcanza y has hecho pacto con el eterno silencio, regálame un segundo de tu instante y atiende a mi favor. Con tu transparente magia entra a lo más profundo de las carcajadas y sal de allí muy discreto; y por favor cuéntame al oído, de todos, sus secretos.
É.
Tú
Miro al vacío con muchas ganas de volar. No puedo dejar de pensar cuántas aves han surcado el cielo antes que yo, quiero ser como ellas, pero a mi modo. No se si mis alas sean lo suficientemente fuertes para soportar el vuelo, pero mi corazón se vuelve taquicardia solo por querer volar. Es posible que el talento de mi envergadura no sea el mejor. Pero a sabiendas de eso deseo volar, muy lejos, muy alto. Mis deseos cada día se expanden más, no quiero pensar que será de mi si mantengo los pies en la tierra. Todas mis fuerzas están dirigidas a favor de las brisas del verano. Todo va bien hasta que te recuerdo, es entonces cuando me vuelvo una triste avecilla enjaulada en tus sueños.
É.
Flor de plástico
Hay ausencia tuya en el reflejo del espejo, solo queda colgando del perchero el cielo sin estrellas que me dejaste antes de irte. Raudo y veloz pasa el tiempo, dejando en la radio estancadas algunas muchas canciones de amor de esas que se entienden en los momentos tristes. Créeme que sé lo que te digo, he golpeado a la pared con los miles de segundos que me han sobrado luego de que la camisa que olvidaste perdiera tu olor. Creo que comenzaré a guardar los residuos de los segundos que me quedan por si algún día puedo armar un nuevo reloj. Voces optimistas advierten que el tiempo sana todas las heridas. Pero el silencio no es una herida, el silencio es un par de oídos sordos que arañan los recuerdos en busca de oír una vocecilla. Eso es lo que sucede cuando la soledad se enamora de uno y se empeña en tener celos hasta de la muerte. Aquí no pasa nada, esto es simplemente una queja que yo me hago para sentirme poeta. Un poeta que juguetea con la muerte para perder el miedo. Mañana será otro día, largo y pesado, llegará un atardecer de esos en que el sol besa la rubia arena y revuelca los mares. Yo estaré frente a esa hermosa vista, sordo, sin decir una palabra, sepultando entre la sal de la mar todo aquello que tu marejada esculpió en mis rocas. Me doy pena entre tanto lamento, vestiré una gran sonrisa que será acariciada por el viento, le seré infiel al silencio teniendo un romance de sonido; taparé tu foto con alguna falsa obra de arte. Seguiré así por el mundo enamorado de la vida, dispuesto a decir adiós mil veces, ese será mi mejor esfuerzo por ser feliz, por sujetar otras manos y por sofocar las ganas de olvidarte. Eso si, esto que he dicho lo haré desde mañana, porque hoy observo la flor que te regalé, aquella que te di diciéndote que el día que se marchitara yo dejaría de amarte. Es curioso, pero sigue donde siempre, sobre la mesa, solo que la he puesto en agua, porque se está marchitando, aunque estoy consciente, de que esa flor, es de plástico.
É.
Debo decir adiós
Desde aquel día, mis noches se disuelven en un frio vacío, no tienen sentido. Pasan los minutos por mi lado y al pasar traen con ellos la hora en la cual me enviabas mensajes. Miro con ansias el teléfono, aunque hace meses estoy acostumbrada a ver solamente los iconos de la pantalla suplicando de rodillas por una notificación sin leer. A veces me pregunto si aún piensas en mí, si soy un buen recuerdo para adornar tu memoria. Yo sé que para mí tú si lo eres...
Cada mañana al despertar, me levanto más confundida que el día anterior. Siento como mi día se va a arruinando lentamente, ya que eras tú quien me dibujaba un paraguas en los días lluviosos. Tú eras mi faro de luz a media tormenta, lo cual era suficiente para mí. Pero desde que decidiste darte por vencido, todo cambió. Las olas me alejaron de tu orilla, por eso hoy te extraño más que antes, pero también menos; creo que siempre lo supe, era raro extrañarte cuando estabas junto a mí. Te amo más que antes, pero también te quiero menos. Aunque desee estar contigo, las ansias de verte se marchitan como los labios de una flor sedienta de agua. Escasas de agua están mis sentimentales raíces, están hartas de esperar que tu indiferente hielo se derrita. Sé que no va a ser así, porque nunca te has movido del frio por mí, las gotas que de ti he tomado, han llegado a mí con una brisa que me regó con el roció de la casualidad. Y así pasan los días, unos en los que lloro, otros en los que río. Hay días en los cuales no siento nada y sigo solo moviéndome hacia donde me lleve la corriente. Pero hay días como el de hoy, en los cuales pienso y me pregunto si aún me paseo por tu mente. Todo ser humano necesita una respuesta y tú me dejaste en la nada, me vendiste un sueño al dos por uno, y me dejaste sola.
Estoy en el limbo, sin saber si hice algo mal para que me dejaras o cuál fue la razón de esa absurda pero tan correcta decisión. No entiendo porque si me amabas tanto como solías decir, cortaste las alas de mi corazón y lo dejaste caer dislocado al suelo. No entiendo por qué si tanto me extrañas, supuestamente, no te has molestado en preguntarle a mis amigos por mí. ¿Es que no tuve valor en tu vida? Estoy perdida, sin respuesta, sin saber cómo decirte adiós. Es por eso que tomé una decisión. Decidí dejarte ir, te deseo lo mejor, aunque me de coraje que sea sin mí.
Aun así, espero que al menos en tu vida yo sea un buen recuerdo que te haga sonreír y preguntarte: ¿Qué fue lo que hice? Espero que algún día te den las agallas de venir a buscarme y reconquistar mi mal herido corazón con una pequeña serenata o solo con un radio y tu fea voz de cantante. Ojalá, vengas y me digas que lo sientes y por fin me des una explicación. Y ojalá, yo todavía, te tenga guardado un poco de amor en mi corazón. Porque desde ese maldito día, que tuve que recomponer mi corazón pieza por pieza, que decidí ser feliz sin ti, por más difícil que fuera; desde ese día, el joven del que me enamoré, para mí, dejó de existir. Hoy, con el dolor en el alma pero con una sonrisa en el rostro te puedo decir: hasta siempre.
É.
Un amor entre letras
¿Caminar, correr, volar? ¿Qué prefieres? La verdad no me importa, porque si deseas caminar te tomaré de la mano, si deseas correr te llevaré a mis espaldas y si deseas volar iremos a un aeropuerto y volaremos en avecillas de metal hasta el lugar más lejano. Si no fuese posible, entonces nos iremos de viaje en aviones de papel a los lugares inmortales que viven en la imaginación. Si no podemos lograr lo que queremos, te prometo que pintaré de azul los techos, alquilaré estrellas y una luna, te escribiré un poema que hable de un grandioso viaje entre las flores, te contaré la historia de la oruga que se convirtió en mariposa.
Nunca me aparto de mis metas y pienso siempre en volver los sueños realidad, pero si pisa en falso nuestro rumbo, te aseguro no te voy a defraudar. Viajaremos con piratas y doncellas, en mares secretos donde no nos hallarán, en gaviotas surcaremos el cielo y bajo el reflejo de la luna por siempre nos vamos a amar. Esta promesa es cierta, nadie lo va a sospechar, pues en un bosque de letras escondo nuestras ilusiones, nuestros sueños de caballitos de mar. Quizás un día se desligan los caminos, quizás porque nuestro destino con delicado hilo nos unió; puede que se rompa o se separe; y ahí estaré yo haciendo lazos para unir en abrazo dos hilos. No te preocupes porque si la realidad no funciona aquí siempre vamos a estar. Somos un amor escrito, de novela, de esos que la muerte no puede alcanzar, pues aunque la realidad se acabe estamos aquí escapándonos entre las comas y viviendo entre los acentos.
Como te prometí, ya estoy escribiendo nuestra historia inmortal, con tristezas y felicidad, con un camino de letras que se extiende entre las páginas. Aquí entre las letras nunca tendremos fin, seremos leídos hasta el tiempo final, pues estamos atados con un lazo de letras que no apretamos jamás.
É.
Una flor para ti
Hoy llego hasta tu corazón a entregarte una flor que tengo para ti. Como todas las flores esta es muy delicada, te pido la cuides bien. Esta flor es diferente a otras, porque esta está hecha de amor, no necesitas colocarla en una jarra con agua, esta flor no quiere de tus lágrimas, una sola gota le haría daño. No te preocupes por la flor, no morirá de sequía. Te lo digo enserio, esta flor no debe tocar el agua, si la toca se romperá en mil pedazos que nunca podrán germinar. Te preguntarás por qué esta extraña flor es una prueba de mi eterno amor, en respuesta te digo que no quiero ser como todos y regalarte una flor troncada con un billete del jardín de la esquina. Me encantaría pintarte una colorida flor en un lienzo rosa, pero no he nacido con el don del dibujo. Aun así quería regalarte una flor única, como no habrá otra, llena de amor y cariño, por eso te regalo una flor que escribí para ti.
É.
Sirena de sal
Las olas besaban la arena con un beso experto aprendido millones de años atrás. El sol, celoso y cabizbajo se escondía tras el horizonte para que no lo vieran llorar. Fue un erróneo beso aquel que me diste por primera vez. Mi labio estaba tembloroso por verte tan cerca. No tenía idea de cómo iba a ser. Siempre dicen que es un momento hermoso e inolvidable.
Realmente fue el momento más hermoso y torpe de mi vida. Supongo que lo hice mal, tengo todavía en mis oídos el incómodo sonido de nuestros dientes chocando, era una sensación horrible que me elevaba al cielo. No sabía qué hacer con tus labios, unas ganas de empujarte se quedaban inmóviles ante mi agradable sorpresa. Tus manos creo que tocaban mi trasero, la verdad no tengo idea si así fue, porque mis nervios jugaban al escondite con las hormonas, que indecentemente, me creaban pensamientos que se revolcaban en la fría arena. Por suerte ese momento incomodo pasó. Supongo haberte sorprendido, aprendí rápido a besar. Besos franceses, con mordida, de cabezas, rápidos, lentos, apasionados…. me habían hecho pensar que dominaba todos los besos que me habías enseñado e incluso creía besar mejor que tú. Obviamente no era cierto, un mago jamás revela sus secretos, pero siempre juega con un beso bajo la manga. No me enseñaste a besar para encadenar el cariño. Peor que Prometeo quedó mi cariño anclado a una roca en medio del desierto. Una nostálgica brisa me cubrió de arena al saber que tu cariño a otro beso estaba locamente encadenado. Fue así como me diste un último beso que convirtió mis ilusiones en trapecistas que saltan aferrados de cuerdas que no existen. El sonido de los besos que con tanto amor tejí, son ahora la voz de alguna concha de caracol que resuena en sus adentros el sonido de las brisas enamoradas de la playa. Por no perder la ilusión, rescato aquellos besos, aquellas pequeñas dosis de vida fugaz que me diste a probar. Hoy solo soy una sirena de sal, que se rompe, porque su cariño se quedó encadenado a un beso muy pesado que se recuesta en los labios de la playa.
É.
Mar dulce
¡Levanta soldado, que las cuatro son y hay que defender los mares! Eso era lo que se vociferaba en el barco azul que surcaba el mar de agua dulce de lado a lado. Los tripulantes del barco de repente quedaron aterrados. Un pequeño gigante estaba de pie justo en medio del mar. El barco navegó a toda ola hasta la orilla, empujado por gritos asustadizos que se adelantaban al futuro. Ya en la orilla el capitán del barco miró hacia atrás. -No hay nada de qué preocuparse- así gritaba mientras ignoraba que el pequeño gigante jugaba al buzo. Bajo el barco estaba el pequeño gigante, se encontraba intentando atrapar un pez escurridizo que aunque no tenía aletas, era el más veloz de todos los peces. Quizás por falta de aire el pequeño gigante se levanta y el barco cae de su espalda a la profundidad de los mares. Los tripulantes logran sobrevivir y flotando sobre el agua intentan acercarse nuevamente a la orilla. Todos logran alcanzar la orilla. Sin embargo, en la orilla corren más peligro. En la resbalosa orilla vive un dinosaurio carnívoro dispuesto a devorar a quien toque su territorio. Una lluvia liviana comenzó a caer por todas partes. Los tripulantes del barco junto a su capitán abordaron un extraño submarino al que se le colaba el agua. Viendo que este submarino tenía unos agujeritos, decidieron voltearlo y utilizarlo como balsa. El dinosaurio fue tras ellos. Todos estaban en el mar, una lucha entre la modernidad y la prehistoria adornaba el marítimo rin. El pequeño gigante arbitraba la pelea, pero todo hizo sombra cuando una gigante enorme provocó un remolino tan grande como ella. Todo lo que estaba en el mar quedó estancado en una pequeña rejilla por la cual se había escapado el agua. Mi madre me dio una toalla, recogió el jabón y lo colocó en la jabonera que estaba llena de tripulantes, me dio mis juguetes y la hora del baño era solo el principio de una imaginación juguetona.
É.
El último pétalo de la margarita
Deshojando una margarita me doy cuenta de que no entiendo nada. Decías que te gustaba demasiado mi sonrisa. Te gustaba cuando reíamos en el día, cuando gastábamos las noches deshaciendo peinados con besos. Disfrutabas esos momentos dulces que pasamos juntos. Adorabas esas locuras que hacíamos con la incertidumbre de un mañana, los bailes interminables de media noche, las huellas de pies descalzos que dibujamos en la arena. Miles de fotos son testigos de las tertulias alegres con las que despertábamos al sol. Pero cuando yo no estaba, no pensabas en mí, aunque era el compañero perfecto.
Así que una cosa andaba mal, no te enamoraste de mí como yo de ti, tu más bien te enamoraste de quien eras tú cuando estabas conmigo. Eso fue estar pisando una bomba con la punta del pie, eso fue abortar caricias que no habían nacido, eso fue desperdiciar un amor... Lo peor de todo es que tu creías estar enamorada y yo quería creer lo que tu creías, pero no era así, estabas enamorada de quien eras a mi lado; tardaste poco en darte cuenta, te alejaste. Ahora, cortando el ultimo pétalo de la margarita entiendo, que te gustaba tanto mi sonrisa que te la llevaste al momento de marcharte.
É.
Odio cuando callas porque estas como ausente
Lo que sucede es que quisiera que me hablaras cuando callas, me encanta tu suave voz que hace bailar los ecos de mi alma. Me encanta besarte, sin embargo, no quiero que un beso mío te cierre la boca, porque lo que habita dentro de ti es incomparable, con tu voz expresas al mundo tus ideas, tu sentir, tu esencia que no fue sacada de mi costilla; es propia tuya. Tu alma y mi alma son como una mariposa de bellas alas, volamos juntos pero nuestra belleza es propia y separada. No me gustan esos días en que estás como distante, porque callas y yo callo y si ambos callamos, los problemas se derrumban y corremos el peligro de morir aplastados. Si tú con tu silencio me callas, de silencio morimos, no nos expresamos, ayudamos o defendemos. Si callas tomará otra voz el mando dominando un instinto machista, hablemos para escucharnos y ayudarnos el uno al otro. Ambos de la mano podemos ser felices en el mundo, no esperes que te alabe como esos antiguos y ficticios amores profundos. Somos de carne y hueso, con dos mentes y almas separadas, nuestras almas sonríen y se ponen en fiesta cuando juntos estamos, ambos tenemos derechos, inteligencia, opinión y decisión, y en base a eso nos respetamos. Por favor amor no guardes silencio ante lo nuestro, ante lo de otros, ante la vida, porque te amo y quiero saber de qué forma te mueves y nos moveremos uno junto al otro navegando por el tiempo y deshojando la vida. En nuestra casa vivimos tres: tú, yo y nosotros, porque lo que hay en ti me importa, yo odio cuando callas, porque estas como ausente.
É.
No me digas que me amas
Una vez más me dices que me amas, sin embargo, yo necesito un te amo en silencio. No me digas que me amas porque ya empieza a perder sentido. No es que nuestra historia haya sido baleada con un punto final, al contrario, lo que siento por ti es más grande que grande. Pero cuando me dices “te amo”, oigo una verdad que huele a mentira y no quiero que sea así. No me hagas creer que tengo la razón, no quiero que sigas diciendo a gritos que me amas, porque un grito constante se vuelve eco. Los ecos son vacíos, resonantes, repetitivos y aunque vienen de un lugar profundo, se disipan en el viento a cada segundo. Quizás creas que no noto que me amas, pero no es así, una magia recorre mi espina dorsal cada vez que veo lo que haces y escondes en la normalidad como un secreto, vida mía, yo sé que lo haces por mí. Nunca he dudado de tu amor, de tus caricias sinceras, de esas sonrisas que a mi alma traen primavera. No me digas “te amo”, porque las letras livianas del papel se escapan, se pierden por los aires sin rumbo ni destino, llegan a cualquier oído infame que las mata con el simple olvido. Regálame otro de esos “te amo” cautelosos, seguros, silenciosos como una sombra sin sospecha, deja tus huellas de amor en mi cama, en mi risa, en mi alma y nunca dudes que yo también te amo. No te lo digo a cada momento, pero si lo dudas algún día, recuerda las letras silenciosas de este cuento.
É.
721 palabras que hablan de vivir
Desde hace unos años he venido tropezando con la idea del “Carpe Diem”, vive el momento. Es claro que hay que disfrutar la vida y anotar esos momentos felices que forman nuestro verdadero tiempo vivido. El problema es que muchas veces no sabemos por qué debemos vivir el momento. En ocasiones solo jugamos al coleccionista de recuerdos, desnudamos a la vida y la dejamos hecha muerte. Otras veces nos hacemos adictos a ser “spiderman” colgando de un precipicio, por el simple hecho de vivir un momento lleno de acción. Los peores de todos somos los ilusos que vivimos en mundos ficticios así como el hidalgo de la Mancha.
Hace mucho tiempo atrás, aunque soy muy joven, vivía el momento por eso del vivir, de la emoción, de fotografiar en mi mente recuerdos de alta calidad tomados con una cámara antigua. Hace unos años atrás aprovechaba mi tiempo, siempre visto desde las fantasías que crea mi mente. Esto porque una vez oí que el pasado es corcel, pero el presente es un atleta sin pies. Un día desperté y como de la nada ya tenía mi razón del “carpe diem”. ¿Por qué debemos vivir el momento? Es probable que mi respuesta no todos la entiendan, no por qué yo sea mejor o peor que quien me lee, sino porque esta respuesta es para mí y yo creo que hay cosas que se explican con letras pero se leen con el alma. Son cosas sublimes que un sexto o séptimo sentido entienden, pero yo confío en que ese sentir enamorado se percibe por cada molécula del cuerpo.
Vive el momento, porque todo un día se acaba, así como se acaba la vida, se acaban los sueños, las esperanzas y todo lo que el tiempo ha cambiado en el mundo. Pero en ese delirar de la vida nos damos cuenta que caminando por un otoño pisamos una hoja verde que no debió besar el suelo. No hay vuelta atrás y lo sabemos. En eso entra a nuestro mundo el afán de embellecer, nos revestimos de lujos, prendas y marcas. Una mañana cortamos flores para adornar la casa y a la mañana siguiente nos damos cuenta de que el viento ha deshojado las rosas del mantel. Vivimos el momento y damos permiso para que los soldados vayan a matar, les damos medallas, honores y honras. “Carpe diem”, y los niños ven como naufragan sus barcos de papel en un pequeño pozo que es mitad agua y mitad eco. Para no perder ni un segundo lo hacemos donde quiera, como sea, con quien sea, dejando sobre la arena la fecha de mañana; olvidando que el mar se la llevará con el nombre de ayer. Disfrutamos los momentos para no perderlos, sufrimos muchas cosas pérdidas de seres amados, accidentes y locura. De repente miras atrás y ves que la vida puede ser un libro que aun estando abierto se quedó a medio leer. Así es la vida que vivimos por vivir, un día nos miramos los dedos y aunque no vemos el anillo vemos la leve marca que quedó en la piel.
Vive el momento han dicho muchos, hay que vivir porque puede ser la vida como un diamante encontrado entre el rocío de la mañana, puede ser ese diamante que al tenerlo en las manos se evapora con la leve caricia del sol. Es necesario vivir el momento pero que no sea respirar por respirar pues eso sería como si la corriente fresca de un río no calmara la sed. Tú que lees esto, busca tu razón de vivir aunque sea difícil y no la encuentres al momento. Aunque la razón de tu vida se vuelva encontrar esa razón. Disfruta todos los momentos que puedas, sueña, ríe, sufre, llora y enamórate también. Comete errores, cambia de parecer, de aspecto, elije eso que te hace feliz. Quizás sea una aventura enredada en un cuento de amar, quizás solo sea una silla que mira fijamente las estrellas fugaces que cruzan el espacio estelar. Solo una última cosa digo acerca de vivir el momento, la cosa es apreciar eso que no se ve, esa suavidad que desconoce su destino, esa esencia que guardamos en el corazón porque fue lo que deseamos y elegimos vivir. Porque triste sería abrir la mano, encontrarla vacía y no saber qué cosa se nos fue.
É.
Beatus ille
A mi abuelo.
La casa no está vacía. Aún es posible respirar los recuerdos de cada momento vivido aquí. Miento, eso sería morir por exceso de aire a causa de cada inalcanzable instante que hoy parece estar situado años luz en el pasado. Bajo la verja, en el muro de bloques, se encuentra el grafiti de una niña inocente que no pensó llegar al año 2000. Todavía suma y sigue… El pasamano de la escalera sigue caliente, la luz del sol brilla sobre los tubos y dirige la mirada al precipicio, los pasos se van en diversión. Bajo la casa, la lavadora. Medio metro de distancia la separa de la pista de carreras. Curvas, montañas, tierra en las uñas. Toda una aventura desde la perspectiva de quien conduce un “Hot Wheels”. Se estremece el cráneo al olvidar que soy más alto que hace unos años, las vigas siguen igual de sólidas. Eso me lleva a la cocina, en busca de hielo para el golpe o para tomar una lata de refresco de las muchas y variadas que están apiladas bajo la alacena, desde que las coloqué allí el día de la compra. Al abrir la puerta ¡Sorpresa! Mantequilla para el chichón, decía mi madre (año 1999). En el mejor de los casos para untarle a las galletas “export sodas” que acompañaban el café que todos iban a tomar. Era casi una adicción, recurrente, más bien tradición.
Estábamos de vuelta, un domingo más jugando a los astronautas junto a los cilindros del gas o quizás era jueves y debía barrer las hojas. De todas formas la tripulación abandona la nave. ¿Es hora de la siesta? No hay mejor sitio para descansar un domingo que una cama espumosa ablandada por los años; nadie lo entendería pero es así. Mientras duermo, escucho como las historias mueven sus siluetas por las paredes de la casa. Trece niños jugando, viviendo, creciendo… a destiempo, antes de que todo se desvanezca en la palidez de las paredes. Tantas historias en cada uno de ellos.
Abro mis ojos y te veo allí, no sé cómo consolarte. Me acerco y noto que la nieve de los años ha caído sobre tus huesos de madera sólida. Apenado por tu inmovilidad me siento a mecerme. Cada vaivén me hace pensar. Ya no se construyen cosas como tú, me digo. Todos sabemos porqué estás inmóvil. Dudo. Todo esto ha podido desembocar en otro sueño.
Al estar sentado aquí recuerdo aquellas viejas predicciones, bien lo gritó con una carcajada la hija de la vecina cuando pasó frente a la casa: “llévatelo desde ahora que esa es la herencia de tu abuelo”. ¿Se cumplió la bromista profecía? Estoy sentado aquí porque ya no es tiempo de que nos cuentes historias, grandiosas y divertidas historias. Hoy por hoy tú eres la historia que merece ser contada. Cada letra, palabra, risa, lágrima y punto final lleva en su alocado espanto algo tuyo. Lo entiendo y “me entrego a la justicia” porque en redundancia, todos los sucesos suceden y las cartas caen sobre la mesa. Como olvidar que primero “Dios y luego mamá y papá. Ah, y el que venga a joder que se joda y se vaya pal’ carajo”.
Lo recuerdas ¿Verdad? “Ay turulete, ay turulete, el que no tiene vaca no bebe leche…” También te mecías con esas canciones, conmigo, con él, casi como lo hacemos hoy. Es posible que esta sea nuestra última charla, está cabrón. ¿Verdad? ¡Qué regalo hemos tenido en esta vida! ¡Inigualable! Antes que te dé la espalda y me vaya caminando por el pasillo quiero leerte una nota que escribí:
Al final del pasillo estas tú, sillón. No eres cualquier sillón, eres el sillón, su sillón. Desde el que conoció y habló con todos, desde el más grande hasta el más chico. El lugar de cada broma, canción, sonrisa, consejo o imitación que te dejaba “meandote” de risa. Hoy que estás tan quieto, tu paz no se perturba. ¡Qué calor le da al que pierde!
Lo sé sillón, tú también lo extrañas.
Salí de la casa “por la orillita y no vayas embalao”. Lo escuché.
É.
El calcetín rojo
Hace poco tuve que mudarme, ya no era necesario bajo aquel techo. Al irme, me llevé todo aquello que me pertenecía, las cosas que le regalé se quedaron todas allí. Entré a mi nuevo hogar, comencé a desempacar. Coloqué todo en su lugar. Colgué las camisas en el armario, los pantalones junto a estas, los zapatos cada par en la zapatera, los calcetines rojos… al calcetín rojo le faltaba su pareja. Busqué por todas partes durante horas. Cansado, me senté frente al armario sujetando el calcetín rojo, lo abracé y le dije: “sé por lo que estás pasando” y lloramos.
É.
La llamada espantosa
Existe a escondidas. Oculto tras un soberbio silencio tan obscuro como la verdad. Tiene forma, deforme. Es bueno, grotesco. Es un ser vivo, su cadáver putrefacto llama a la puerta. La necesidad de verlo nos invade. Nos llama, nos atrae el olor a vida y muerte. Aunque no quieras ir, aunque te de miedo ver lo horripilante que puede ser, tus pasos se acercan. Un labio leporino, unas garras torcidas, una bestia de buen corazón. Ojos azules, cabello rubio, piernas de sirena desterrada del mar. Se mantiene oculto, oculta, ambas, ninguna o todas. Está tras la puerta cerrada, esperando mansamente o agazapado, listo para atacar. Nos matará despiadadamente, nos arrullará con una canción de cuna. Nos desgarrará las entrañas con su fuerza, nos dará un beso rojo carmesí. El sonido de truenos nos revela que está ahí, el enojo iracundo, la furia y la paz encarnadas. El miedo de ver unos ojos despiadados nos hace pensar que somos presa fácil o quizás soberbios inmortales.
Estremecidos se preguntaron: “¿Abrimos la puerta?”
Así lo hicieron, y antes de ver algo, dejó de existir.
É.
El mostruo,la sangre y la nieve
Me gusta la inestabilidad, sentir que las carnes se mueven desde las sombras de los adentros. Sentir como un lápiz afilado me corta la piel a punzadas; más sombras. Luego de la devastación el niño corrió asustado. Huía del frío, dejando a su paso por la nieve un rastro de sangre roja, grisácea, delatora. No huía del invierno y mucho menos del frío. Huía del tibio resoplido que le despeinaba el cabello, cerca de los oídos. Era un suspiro feroz que no lo dejaba dormir.
Vencidos los monstruos de la noche, era momento de asustarse con los monstruos que no le temen a la luz encendida. El miedo que hace correr al niño también lo paraliza, es el engranaje desgrasado que le impide moverse. Es por eso que nadie le cree, no saben si corre o está quieto, si se mueve o es pura inercia. Yo le creo, le creo que se mueve estando quieto, incluso creo que está más lejos que nosotros, es la hora, es inmenso. Solo tuve una oportunidad de estar con él. Las gentes decían que estaba poseído, pero no lo creía cierto.
Seguí su rastro repartido en la nieve, rastro sofocado por el frío, rastro perdido hacia la muerte. Al final de una brecha encontré al niño, escuchaba los pasos que venían tras de mí, tras de él. El niño no parecía estar endemoniado, solo aterrado. Moribundo. Su piel lánguida y fría estaba recostada sobre la nieve, menos fría y menos lánguida. Lo tomé entre mis brazos, quería decirle algo que le devolviera la vida, pero tenía un silencio cuajado en la boca de la garganta. Abrió sus ojos suaves, descoloridos, aterradores, no sé si de miedo o de pena. << ¿Sabes de que estamos huyendo? >> me dijo. Sin pensarlo lo supe, igual que supe que estaba huyendo, que en mis ojos estaba acumulado el mismo miedo descolorido, los fuertes pasos se sentían más cerca.
Cargué al niño en mis hombros, con ganas de salvarlo, con ganas de salvarme, con ganas de salvarnos, con ganas de respirar aire limpio, luchábamos por ello. Ambos lo sentimos. Estaba cerca. Cada vez más. A solo pies de sus gigantescos pasos. Los años reprimiéndolo a fuerza no fueron suficientes. Corrí un poco más con el niño a cuesta, al rato sentí el resoplido caliente. Nos detuvimos. Nos sentamos al pie de una montaña, sobre un pequeño montículo de nieve. No hay nada que hacer cuando el miedo es la única barrera capaz de mantener capturada a la bestia. Acariciamos la nieve para sentir el frío en los dedos. Sentimos las fuertes pisadas de la indomable bestia, la vimos asomarse, la vimos darse cuenta de donde estábamos. La nieve que había sobre nosotros se desprendió brutalmente como avalancha, también se acercaba. <<La bestia está por llegar>> dijo el niño. Se acabó el miedo, se rompió la barrera, nos vimos a los ojos por un instante. Reímos mientras la nieve caía sobre nosotros y nos ahogaba. Ya es libre, somos libres.
É.
Frank-enstain
Sentí la hoja del puñal llegar desde afuera, entonces me di cuenta. La hoja cortó mi piel y sentí el aire rozar la herida, el coagular de la sangre sobre el abismo, imaginé. El puñal salió limpio, como si no hubiese cortado nada, siempre lo supe. No sentí el fluir de la sangre, ni los nervios escurridizos avisando al cerebro desesperados. Estaba tan tranquilo, que no tuvo otro remedio, volvió a apuñalarme. Un cosquilleo corrió por mis brazos, que no eran míos. Las piernas se me adormecieron y tampoco eran mías. El pecho recibía más heridas, una y otra vez, no era mío, al igual que la mano que usé, me obedecía sin ser mía, lo alejé de un empujón. Le di la espalda, aunque no era mía. Volvió a atacar. Me acuchillaba los omoplatos, las vértebras y todo lo que lograba alcanzar. No sentí dolor. Lo golpeé bruscamente. Cayó al suelo. Vio que no había sangrado. Vio que las heridas se me hacían insignificantes, lo supe siempre. Con un cerebro que no era mío. Con una conciencia ajena. Pude darme cuenta de que estaba hecho de pedazos muertos. Soy un costal de carne putrefacta, cocida con una madeja de cosas que no me pertenecen, yo no me pertenezco, no me hice. Por eso lo miré a los ojos, brillantes como el puñal. Pude ver el miedo reflejado en la superficie, en la sombra de su córnea, que tampoco era mía. Tomé su brazo, apreté su puño, empuñando el puñal. Lo amenacé con su puñal, con su mano, con su propio brazo que le recorría hasta los instintos e intentaba contrariar mi fuerza. Él era un monstruo como yo, con excepción, de que él si sangraría, si sentiría la sangre caer al filo del abismo. Él cree que lo que otros han hecho de él, le pertenece. A mí solo me pertenece la decisión de dejarlo vivir, de permitirle que huya despavorido y se pierda en el mundo. Siempre estuve seguro, lo sabía. Por siempre pensará que un monstruo mal cocido, traído de la muerte, vive para vengarse por lo que hizo. Hasta el día de su muerte lo perseguirá el miedo que hoy vi en sus pupilas, la espera de verme en algún rincón listo para matarlo. Después de todo, quizás si soy un monstruo.
É.
Microcuentos del circo errante
El truco del conejo
Todos miraron con asombro la ilusión del conejo en el sombrero, excepto el conejo, que miró con susto, como el mago hacía aparecer gente.
Dos mitades
El mago dividía a su asistente en dos, cada noche, durante la función. Durante el día la recomponía, al fin y al cabo, era el amor de su vida el que se dividía cada noche.
Contorsión
Luego de su acto, la contorsionista se puso de pie. Ahí me di cuenta, mi vida aún tiene solución.
Trifulca circense
Se divorciaron, y para el espectáculo, no hubo mago, ni asistente, ni acróbata. Tras la carpa, lloraba uno de los payasos.
Beso manso
El león le dio un beso a su domador, y él, perdió la cabeza.
Circo de pulgas
Las pulgas migraron al circo y dejaron de soñar con pasear en su propio perro.
Política de circo
El espectáculo era tan mediocre, que el circo parecía estar en todas partes.
Buen mago
Todos quedaron encantados con el mago, pero no captaron el truco.
Circo para pobres
La ilusión fue tan buena, que los espectadores, sentados sobre el césped, pensaban que estaban en el circo.
Discusión
Le molestó tanto el comentario que le hizo, que decidió terminar el espectáculo en medio del acto, se llevó las piernas y dejó el torso en medio del escenario.
Equilibrista
La mejor cosa que sucedió en su vida, coincidió con la primera vez que perdió el equilibrio.
Circo de papel
El circo de papel llegó a la ciudad. Todas las funciones se llenaron a capacidad. El mago y la bailarina estaban enamorados. Su amor, hacía del espectáculo uno grandioso. La noche que dijeron que se retirarían del circo para irse a vivir su amor, llovió.
É.
Hábito de seda roja
Cuando cumplí los 15 años Sor Inés llegó a la parroquia. Era una joven humilde, muy linda, de veinte y tantos años, una monja nueva en edición deluxe, una Eva en potencia. Según dijo mi madre en casa, había sido trasladada a nuestra parroquia por órdenes directas del obispo. Domingo tras domingo se sentaba en la esquina del banco, lo que me colocaba muy cerca de su gracia divina, ya que mi madre se empeñaba en sentarse siempre en los primeros asientos para que mi padre no se durmiera. Un domingo de cuaresma Sor Inés se acercó a hablar con mi madre, le comentó acerca de los cursos de monaguillos que ella iba a ofrecer entre la escasez de recursos. Acto seguido, me preguntó si quería ser miembro de los monaguillos. Le respondí que tenía que pensarlo, nunca fui devoto del todo. A llegar a casa mi madre comenzó a hablar como si ya hubiese aceptado, realmente le hacía ilusión que su hijo formara parte de un grupo religioso. El domingo siguiente me acerqué a Sor Inés y le dije que me uniría al grupo de monaguillos. Las clases eran los viernes. En poco tiempo dominé todo lo que había que saber, tampoco era muy difícil. Luego de estar listo para ser parte activa en la misa, me desvié un poco en mis planes apócrifos y desistí de participar. Eso sí, no me podía perder ni un domingo de misa, mi madre no me dejaba desertar de la feligresía. A cambio de eso, me permitía anotarme en grupos de deportes.
A los casi dieciocho años ya era todo un deportista, lo que me hizo un favor. A esa edad las chicas se peleaban por mí, así que tuve varias novias hasta que recibí la llamada del Señor, mi madre con un “jalón” de oreja, me llevó a la iglesia. Re-insertado, voluntariamente, en la feligresía, no me quedó otro remedio que equilibrar entre deporte y plegaria. Para suavizar a mi madre, decidí ejercer de monaguillo. Eso la puso contenta, su hijo en una ofrenda a Dios. El día de mi primera misa debía llevar el agua y el vino a su lugar, por eso estuve practicando antes, tras el altar, para hacerlo a la perfección. Por desgracia, sobre mi camisa blanca planchada a impecablemente por mi madre, cayeron algunas gotas. En mi mente todo se había arruinado, si mi madre se enteraba me mataba, una vez por manchar la camisa y otra por tirarme encima la sangre de Cristo, escuchaba el crujir de dientes, mi condena. De inmediato, fui donde Sor Inés, quién a prisa intentó solucionar mi problema, siempre se podía confiar en ella y en su gratitud. Me fui al baño para esconderme de mi madre, Sor Inés se acercó a la puerta y me dijo: “quítate la camisa, la voy a lavar mientras estas en misa y te pones esta”. Así lo hice, pero de tanto huir de mi madre había olvidado lo que pasaba afuera. Medio abría la puerta para darle mi camisa sucia y manchada a Sor Inés, a la vez que le pedía la camisa que usaría, una que de hecho, estaba bastante estrujada, estaba seguro de que mi madre lo iba a notar. Sor Inés abrió la puerta con una sonrisa de medio lado. Me observó de arriba abajo. Sus manos me ayudaron a vestirme, sin prisa, “el deporte te hizo bien”, susurraba. Me acomodó de arriba abajo, acomodó los pliegues que se formaban un poco más abajo de la cintura, el sonido de las campanas me reclamó, las campanas sonaron y sonaron con eco dentro de mi. Se llevó mi camisa y mis palabras. Salí al altar, tenía que ponerme de pie justo frente al banco en el que Sor Inés se sentaba, tardó bastante en llegar, pero no faltó a misa. Mientras padre Josué predicaba sentía los ojos de Sor Inés mirando lo que había bajo la sotana, la mía. Aquel domingo no escuché nada de la palabra de Dios, solo sentía cachetadas que bajaban por mi espalda y terminaban en las nalgas, mi frente sudaba al pensar que la monja conocía el secreto que ocultaba frente a todos. La misa se me hizo eterna, pululaban todas las ideas paganas por nuestras mentes, por las mentes morbosas que me observaban desde los bancos, mientras se hincaban, a rezar. Cuando terminó, mi madre fue a la parte de atrás del altar a abrazarme, orgullosa hasta el firmamento. Sor Inés interrumpió el abrazo y felicitó a mi madre por tener un hijo tan bueno. Le pidió a mi madre tiempo para felicitarme a solas. Nos alejamos, me entregó mi camisa limpia y me dijo que me la pusiese antes de que mi madre regresara. Me alejé para ir a cambiarme al baño, pero ella me detuvo. Susurro: “no te vayas, no quiero perderme lo mejor del espectáculo”. Por miedo a que regresara mi madre, me cambié de inmediato, toda la ropa. Mi madre regresó llamándome, estaba tardando mucho. Ese domingo en la tarde todo en mi cabeza comenzó a dar vueltas. Cuando cumplí los dieciocho no regresé a la iglesia, me alejé de todo. Mi familia puso el grito en el cielo, a la derecha del padre y a la izquierda del Espíritu Santo y a los pies de la Virgen. Desterrado del cielo, para mi madre fui un hijo más, uno muy pecador, uno que 5 años después llevó a Inés a cenar a la casa, con un traje de seda rojo manzana, color que nos incrustamos en los dientes antes del exilio.
É.
Microcuentos del campo taciturno
La ciudad lejos del campo
Nadie lo piensa. Allá, lejos del bullicio, de los revoltijos de gente, de la cultura rebozada en las salas de festivales, de las grandes murallas edificadas con luces, aún más allá; de donde nace la prisa, la riqueza, la tolerancia, las miles de cosas que hacen al mundo lo que aparenta ser. Allá, en los campos, también pasan cosas interesantes.
Leche fresca
Y pensaron sus amigos de la ciudad que en su granja aún se ordeñaban las vacas. Llegado el amanecer, se preparó un café con leche fresca, pasteurizada y con 2% de grasa.
Día de fiesta
La tensión se podía cortar con un cuchillo. Todos los animales en la granja estaban con los pelos o plumas de punta, excepto el perro, que, recostado en la alfombra, soñaba con saborear los huesos sobrantes de la fiesta.
Canibalismo
Tras un desayuno echado a perder, las gallinas comieron, los huevos que habían puesto el día antes.
Alcancías llenas
Los días coincidieron. El hijo del granjero quebró con un martillo su alcancía frente a los ojos de los cochinos. El cerdo de yeso se quebró en pedazos, los cochinos sufrieron taquicardia, para ese entonces estaban tan gordos, que no pudieron correr.
Luz de luna
En algunos campos no se ve con claridad la luna. Por supuesto, hay luz eléctrica.
Aires
El aire de campo es más fresco, tan fresco como el mirón que se pasa por el callejón en el que vivo.
Suburbio
Los carros, las ambulancias, los ruidos, los vecinos, las drogas, los disparos, los muertos, las noticias, la ciudad. Los árboles, el viento, el silencio, las drogas, los disparos, los muertos, el secreto, el campo.
"Exit"
De todas partes hay que salir, de todo hay que aprender, leer y pensar. De lo contrario, no habrá granjas suficientes.
Campo adentro
Bajo la cándida noche estrellada, entre los arbustos, Juan se masturba. Desde la rama, en silencio, un múcaro de ojos grandes, lo está velando.
Lupe
Un pederasta hermafrodita. Una escuela. Niños y adolescentes. Un campo lejos de la ciudad. Todavía en los pasillos se rumora: ¿Estuviste con Lupe?
En el fondo del campo
Una pareja se besa, se acaricia, se apasiona. El frenesí se apodera de ellos, pantalones abajo, empotrada con brusquedad, en el establo mal hecho que construyeron junto a la carretera. Aún me pregunto: ¿Qué habrá nacido de aquel relinchar humano?
Yagrumo
Bajo las hojas verdes y plateadas descansan los restos de los difuntos olvidados.
Campo bipolar
No sé si el campo a migrado sus costumbres a la ciudad o viceversa, pero de alguna forma, esconden lo mismo.
Campo de Yagrumos
Un hombre llegó al patio de la finca preguntando por el hijo del vecino. Encerrados en un cuartucho pasaron el tiempo necesario. A la salida el hombre se dirigió a su auto, por su postura al caminar, parecía satisfecho. La casa de más arriba abrió una ventana, alguien escupió plomo desde un sorbeto. Así descubrí el por qué del color de las hojas del Yagrumo.
É.
Micerocuentos del hospital enfermo
Los pacientes
Los pacientes son aquellas personas enfermas que esperan por la atención médica. Los más pacientes son aquellos que esperan, en una silla o de pie, equiparando una sonrisa demacrada, que su enfermo mejore.
Acompañante
Siempre ella. Ella era el ave posada en la rama de aquella sala de emergencias. Silbaba canciones al oído de su madre, que enferma, se iba encogiendo poco a poco, con el lento destino que la arropaba. Siempre ella. Fue tanto tiempo el que estuvo a su lado que su trinar de ave dejó de ser la sonrisa del dolor de su madre. En los últimos tiempos su madre comenzó a reír con la melodía de otras aves. Eran aves de paso que la rondaban, algunas con cánticos, otras con el trinar ronco de un buitre. El día que su madre murió las aves llenaron de plumas todo lo visible, cubrieron todo. Desde lo alto, su madre recordaba a todas las aves. A ella, siempre a ella, más que a ninguna.
Operación
La enfermedad era grave. Tan grave que le extirparon gran parte de sus entrañas. Despertó de la anestesia vacía, perdida, ambas cosas dentro de ella. Sus ojos, recuperados del sueño fingido, se abrieron y todo el mundo se le metió en la pupila. El vacío se llenó de la dicha de estar viva.
Terror en el hospital.
Las agujas.
Suero
Y en este país corrupto, lleno de malas decisiones, políticos basura, electores inconscientes, avaricias individualistas e ideologías obsoletas, intragables y favorecedoras de la ignorancia; se ha decidido cambiar los tratamientos con sueros de solución salina por latas de corned beef. ¡Cuídese usted de la alta presión!
Hospital
Todos en algún momento visitamos el hospital. Mientras se espera, se escuchan miles de historias: peleas, accidentes, maltrato, puñaladas, disparos, caídas desde lo alto, heridas abiertas…. Lo curioso, es que, en sala de emergencia, no hay peor dolor que el propio.
Veterinario
En la oficina no había distinción, o eran todos animales o eran todos muy humanos.
Pediatría
Los niños también se enferman. Por suerte, muchas veces tenemos la oportunidad de llevarlos a un médico que cure su enfermedad. Otras veces, la enfermedad no tiene cura. En los peores casos, los niños enfermos tienen salvación, tiene remedio su dolor, pero no tienen quien los atienda.
Nursery
Tras el gran vidrio estaban todos los adultos del mañana: los que sobrevivirían, los que morirían, los que salvarían al mundo, los que lo destruirían, los soñadores, los vagabundos, los pobres, los ricos.... Tras la gran ventana de vidrio, un padre mira con ansias, amor y miedo, el futuro que desconoce.
Operación de emergencia
Los doctores y enfermeras se quedaron atónitos, paralizados, escalofriados, magnificados. Aquella iba a ser una cirugía a corazón abierto. El paciente murió, pero los que estaban en la sala, no podían dejar de mirar aquel pecho desgarrado en dos.
Camino
Cuando le dijeron que jamás volvería a caminar él dijo: “al menos las ruedas se deslizan hacia alguna parte.”
Sala de descanso
Deberían enseñarlo en la escuela de medicina, cuando en la sala de descanso no se descansa, hay que colgar una corbata en la perilla de la puerta.
Sala de espera
Eran tan pobres en aquel lugar, que solo se construyó lo que hizo falta.
É.
Microcuentos de la calle hostil
Acrobacia callejera
Él era un acróbata sin malabares. Se balanceaba sobre una línea blanca y firme que dividía los carriles. Con ambos pies en tierra sobre la línea, zigzagueaba ente los carros, Parecía estar mareado sobre la cuerda floja, en plena hora pico del tráfico.
Cruce peatonal
De un lado a otro de la calle, sobre las teclas de un piano con caries, la gente cruza. El pase de cebras está recostado, frente a la estampida de elefantes.
Fin del camino
No existe carretera sin salida, si hay una entrada.
Machismo vial
La mujer hacía la calle, pero el hombre cobraba.
Contra el tránsito
Su terquedad era tanta, que antes de morir, pensó que todos estaban en su contra.
Smog
Siempre nos habían gustado los atardeceres. Los perseguíamos por todas partes como a fugitivos. Capturamos bellas imágenes, los atardeceres más hermosos que se puedan soñar. La última foto fue, como decirlo, ver al cielo triste, ha sido, quizás, la belleza más devastadora que vimos.
Calle Luna
Nos enamoramos entre los adoquines de la calle, entre el olor a gato turista, a salitre de perlas, a fines de semanas culturales. Tenemos un amor con sabor a libro abierto, a resina de barco velero, a historia. Entre la calle Luna y la calle Sol, siempre hay un romance, como caído del cielo.
Calle del Cristo
Cuenta la leyenda de ese día en que el caballo se detuvo justo frente al barranco. Allí se irguió la iglesia, hoy junto al parque de las palomas, que imagino, deben ser espíritus santos que se andan cagando en todo.
La calle en crisis
Se reportó una baja en los crímenes desde que comenzó la crisis. Aunque nos favorezca, creo que a alguien debe preocuparle la migración de criminales.
Atropello tras atropello
Todo pasó muy rápido. El carro que lo golpeó desapareció como por magia. Reportado el incidente, llegó la policía. Se le informó a la familia que era poco probable atrapar al culpable, en especial cuando la víctima está muerta. La familia se desplomó, otro “hit and run” sin resolver, sin justicia. Todo pasó muy rápido. El paramédico grito: “aún tiene pulso”.
Calle riqueza
Las casas son un mero adorno colocado en las aceras. La basura se recoge dos veces al día por eso de la higiene. A las 12 del medio día la fachada de las casas le hace sombra a la calle, los jardines perfuman el aire y el portón de la entrada abre de forma remota.
Calle miseria
En esta calle no hay casas, solo esquinas con el lujo de no acoger el sol directamente. La basura es el “find the hidden food” que otros solo conocen como un juego de celular. La sombra, tal vez es lluvia, con suerte una ducha sin jabón, con suerte no les pasa lo que en la cárcel. La calle huele a mierda, a orín. Portón no hay, y tampoco hace falta, allí nadie tiene nada que perder.
Calles paralelas
Ellos pasaban el día en la calle, en el trabajo, con los amigos, en los compromisos inventados, en los asuntos innecesarios, en los estragos de una sociedad que vende el tiempo como oro recién extraído. Ellos se pasaban el día en la calle, por el miedo de llegar a su casa y tener que amarse.
É.
Microcuentos del espacio exterior
Desigualdad
Los astronautas miraban con asombro la uniformidad de la tierra, todo parecía lo mismo, una sola nación. Fue quizás la falta de gravedad lo que les impidió el llanto, la verdad que sabían, causaba pena de muchas formas.
Fuera del universo
Ellos, los científicos importantes, inventores del mañana, creadores de teorías y leyes de ciencia, miraban a través del telescopio y se aterraban ante la infinitud del universo. A millones de años luz, sobre el lente de un microscopio, un ojo observaba a los científicos que miran desde la grandeza de su pequeño lente.
Ovni puerto
Desde que aterricé en Lajas, señalo al cielo, deseando volver a casa.
Pornoespacial
El radio telescopio de Arecibo captó las imágenes. A los pocos instantes estas ocuparon desde la primera plana hasta las búsquedas de internet. Todos quedamos asombrados al ver a los extraterrestres fornicando en medio de un cráter.
Olas Lunares
Las olas del mar, le pertenecen a la luna.
La búsqueda
Y el ser humano lleva media existencia buscando vida en otros planetas. Ellos viven, y viven felices sin buscarnos.
Fiesta espacial
Aquella noche bailaron, cantaron, tomaron, comieron. Disfrutaron de una fiesta alrededor de las estrellas.
Extraterrestre terrestre
Un error de navegación hizo que su nave estrellara. Se escondieron en lo profundo, alejados de los humanos. Y pensar que en su planeta no eran nadie y aquí son leyenda.
Yunque
Algunos los dieron por perdidos, otros, acertaron la verdad sin saberlo.
Extra-escritura
Al borde de un cráter, sujetando una hoja de papel, él, escribía historias en las que imaginaba la vida en la tierra.
El peor miedo
Nos vigilan siempre. No para invadirnos, sino, por miedo a lo contrario.
É.
Microcuentos de los matrimonios felices
Tesoro
Ella se casó con él por pena. Desde el momento en que él se le acercó mostrando interés ella sintió deseo de rechazarlo, pero no lo hizo. ¡Él fue tan bueno con ella! Él era un amor, un hombre cariñoso, de esos que las mujeres dicen que ya no quedan. Todos los que lo conocían decían lo mismo: “este hombre es un tesoro”. A los escasos dieciocho, se casaron. Pasaron los años hasta que un día un reporte a la policía advirtió el desconocimiento de su paradero. Ella sintió pena, quizás un poco de remordimiento, dos años más tarde cuando decidió aprovechar la juventud que aún tenía. La gente comenzó a hablar horrores de ella, de puta hacia abajo rodaron los insultos. Ella seguía desfilando hombres a su casa, disfrutando lo que con su marido fueron angustias. Con todo su corazón jamás lo quiso, ni un poco. Luego de una tarde de amor, ella fue al patio. Un hombre más joven que ella la abrazó. Ella pensaba quedarse con ese, era un chico, pero era lo que siempre había soñado. Se movieron juntos en un abrazo, lo que los hizo tropezar y caer sobre la fuente del patio. La fuente ni siquiera estaba fijada al piso, cayó desparramando toda el agua. El joven la ayudó a ponerse en pie y allí estaba, un agujero sin cicatrizar, una planta que era toda dientes y cuencas. Aquella pirata sé acomodó el pelo y le dijo a su joven: “los tesoros hay que enterarlos”.
Camaleón
Diana era una mujer hogareña, una arbañil, cocinera, mecánica, handywoman, secretaria, madre, lava platos, lavadora, secadora, aspiradora, educadora… todo.
La esposa feliz
Una mujer luchadora, emprendedora, grandiosa, llena de alma y espíritu, casada con su propia vida.
Las esposas
Ellas se amaron. Bueno, se amaron hasta que una de ellas se puso gorda y la otra le reclamó no haberla conocido así.
Había una vez
Había una vez un matrimonio feliz. Ya no.
Sacramento
-Puede besar a la novia- dijo el sacerdote. La novia volteó la cara – yo también puedo besarlo a él. - replicó.
Beso de amor
Llegado el beso que los haría esposos recordaron todo lo que ya habían vivido juntos, el sabor que cada uno tenía saboreado, se miraron fijamente –¿nos besamos? – se preguntaron.
Vestido blanco
Ambos, novio y novia, reconociendo su vida, decidieron casarse de blanco dálmata.
Feliz nuevo comienzo
Él salió a buscar cigarrillos, en línea recta.
Sin título
Entre las miles de historias desabiertas de amor, quizás graciosas por la chispa de alguna trama, hay una historia felizmente triste. Yo los vi amarse cada día, cada segundo, cada instante. Su amor sublime crecía desde el aire, desde sus corazones aferrados locamente, en las buenas y en las malas. Ayer, recordé todo ese amor que se había quedado clavado en mi pecho, mientras cubrían con tierra el ataúd de mis padres.
¿?
Ellos se gustaron desde niños. Eran el uno para el otro. Cuando los derechos fueron un poco menos jorobados y un poco más justos pudieron casarse. El día de la boda un imprudente gritó - ¿Cuál de ustedes es la esposa?
“Carla se ha ido a bailar a la ciudad”
Ella lo miró, estaba en el sofá a lo Homero Sipmson, con su cerveza, su televisor, su descuido físico e intelectual, su todo conjuntado en aquello que llamaba esposo. ¿Sabes esa sensación cuando quieres llorar y las lágrimas no te salen? Pues ella empezó a reír, tanto que se confundieron las lágrimas. Mientras reía, tomó las llaves, se subió al auto y entre risas manejó hacia la libertad.
Esposas
Aunque el crimen fuese horrendo, ellas estaban juntas, en su círculo criminal de amor.
É.
Monstruo verde
Estaba en medio de la noche, rodeado de la hermosura de las luciérnagas, de sus luces llenas de esperanza; ellas iluminaban mi rostro. Me sentía parte de ellas, de su luz. Mientras revoloteaban los lumínicos insectos, les contaba la leyenda del monstruo verde, el monstruo que aparecía en las noches y aterraba a niños y adultos. Cada noche el monstruo es visto merodeando por los alrededores, acechando a su presa, listo para atacar. Mi padre jura haberlo visto por este mismo bosque. A mí me da igual, no le tengo miedo a las criaturas extrañas, el miedo solo vive en la gente que se deja acobardar por lo extraordinario y diferente. Pero dicen, que aquel que ve al monstruo está destinado a una muerte barbárica. Terminé de contarle la leyenda a las luciérnagas, ellas me entendieron, disfrutaron de la historia, quizás porque se sentían identificadas por el brillo y el color. Poco a poco comenzaron a acercarse, a colocarse sobre mí, posaron sus patitas sobre mi piel, sentí su brillo conectado con el mundo, podía sentir la armonía con la naturaleza. Por primera vez sentía que las estrellas que veía estaban en mí, por primera vez brillé con intensidad. La luz inundó mi cuerpo, estaban por todas partes cuando se escuchó el disparo. “El monstruo verde”- gritó alguien, mientras yo caía al suelo y el monstruo se desvanecía lentamente dispersando las luces que se iban apagando mientras se alejaban en el aire.
É.
Microcuentos de las mentes confusas
Militante
Cuando le dijo al presidente de la nación: “si quiere guerra, vaya, pelee y muera usted”, lo encerraron por la locura de mandar a otro a pelear su guerra.
El borde
Ella siempre soñó con bailar, con sostenerse solo en la punta más empinada de su pie, con dar vueltas como un cisne con sus alas extendidas al cielo. Así bailó, en el borde del techo, flotando sus pies en punta por el filo inhóspito, sin miedo a caerse. Aquel espectáculo fue una sencilla y hermosa obra de arte. Todo eso ocurrió antes, antes de que se cayera.
Minotauro
Ella alegaba haberlo matado en defensa propia, pero el jurado no le creyó, prefirieron condenarla a una vida en la cárcel. La única alternativa fue rebajarle la sentencia si se declaraba culpable, pero ella no aceptó, estaba segura de haber vivido en un laberinto.
Boomerang
Explicó con lujo de detalles por qué huyó de su casa, hablo de los maltratos, los abusos, las extorsiones y los golpes. Procesaron la información, las querellas, los cargos criminales y estuvo de vuelta en su casa al tercer día, sus padres lo abrazaron, pero aquel abrazo asfixiaba.
Exorcismo
Todos insistían en que había algo mal. Le hicieron creer que estaba bajo una posesión infernal. Tal vez así era, pero no lograron sacarle ni un demonio el día del exorcismo. Fue una terrible ironía, todos los demonios trataban de exorcizarla.
Espejo doble
Siendo tan solo un niño se paró frente a un espejo. Se miró con detenimiento hasta darse cuenta de que el reflejo era él y también el otro y el otro y el otro. Él estaba entre dos espejos, reconociéndose y viendo su reflejo extenderse en la infinidad de la repetición, aquella fue su “perreta” más ostentosa. Se halló perdido en medio de sí mismo.
“La vida es sueño”
Entraron a la habitación y la encontraron mirando fijamente a la pared. Sin embargo, no parecía ver la pared, parecía poder ver a través de ella. Nadie le prestó atención, daba igual, llevaba al menos 4 años en aquel manicomio, pero él le preguntó. Se acercó con cuidado y le preguntó qué era lo que veía. Ella le dio una descripción detallada de las flores, las aves, el estanque e incluso las personas que estaban sentadas en los bancos del parque. Él salió y regresó con todos para decirles que ella podía ver a través de la pared, ella sabía exactamente lo que había del otro lado sin verlo. Él los tenía a todos casi convencidos, pero ella lo interrumpió diciendo: “no puedo ver a través de la pared”. Todos se fueron menos él. Ella se acercó lentamente y con una voz temblorosa le dijo: “no vi a través de la pared, yo construí todo esto, ustedes viven en la realidad que yo imagino”.
Mente confusa
Ella sabía lo mucho que la amaba, pero creo que no sabía cuánto era eso. La tomó por sorpresa que le dijera que había soñado con ella. “Qué soñaste”- me preguntó. Su rostro recayó en lo profundo de la sorpresa cuando le dije: “no sé, no hubo forma de quedarme dormido”.
É.
Salmo 23 y 3/4
Ese señor es mi pastor y a él nada le faltará.
Entre los verdes “Washingtones” podrá descansar,
pues mi sudor a su reposo conduce.
Restaura mi alma,
adormece mis sentidos de conciencia,
para ganar popularidad.
Cuando su valle está en sombra, nos vende la palabra gratuita de Dios,
se dice el elegido y se esconde en su mansión.
El pastor protege de los lobos, el diezmo de las ovejas.
Su vara y su cayado han fundido varios herederos.
Ha pasado en la mesa, en la cama, en el suelo,
ungidas con perfume,
con la copa rebosando y demonios exorcizando.
Ciertamente, se sabe todos los trucos, mañas y astucias,
Muchos lo seguirán disque a la casa del Señor,
pero ese mi pastor, viaja en jet privado a donde quiere aterrizar.
Amén.
É.
Microcuentos azarosos
Para el mundo
Le di al mundo lo mejor de mí, cada profundo y valeroso esfuerzo, pero el mundo no lo necesitaba.
Queridos amigos
Cuando lo rescataron fue la última vez que lo vio. El náufrago se tomó un momento a solas para despedirse, al no encontrarlo recordó sus palabras: “cuando te rescaten, no me encontrarás, dejarás de imaginarme”.
Estar joven
Desde hace unos años, cuando me miro al espejo, me he dado cuenta de que tengo más buenos recuerdos de los que aparento.
Destino azaroso
Era una señora con ambiciones, e hizo lo que oyó, le puso vida a los años. Por desgracia, duró poco.
Soy bipolar
Mi esposa siempre comenta que es bígama. En cada lugar la miran con desprecio, de soslayo. Incluso su familia la ha menospreciado por su comentario y no entienden la broma.
Cuando es noche en alguna parte
Él era un hombre de sol, en el día trabajaba, y en la noche, se iba a otra parte.
É.
Microcuentos del diferente
La mano
Su madre solía decirle que los dedos de una mano no son todos iguales, eso para que entendiera que todos somos diferentes, aunque vengamos del mismo lugar. Sin embargo, cuando su dedo de en medio comenzó a crecer exageradamente, lo único que la gente veía en él, era la diferencia.
Tortuoso talento
Pudo hacer miles de cosas, tenía todo tipo de habilidades. La mejor de ellas, caminar de cabeza sosteniendo todo su cuerpo sobre sus manos. Cuando no supo qué hacer con toda ella, incursionó al circo, donde pasó toda su vida caminando sobre sus manos.
Todos
Todos menos él.
Todos menos ella.
Y entre ellos, tampoco se conocen.
La cancha/el estadio/ la pista/ la piscina
Él sentado en el banco, mientras los demás juegan.
El retrato
Lo veía cada día en la escuela, en los entrenamientos, en las duchas…. Ahí era donde mejor podía admirar el esplendor de los dioses griegos, las contracturas de un hombre puestas en su sitio. Él era semejante, pero diferente, tanto así, que su luz vivía en el sitio más obscuro.
Amigas x100pre
Fueron amigas desde el primer instante. Un lazo único las unió. Parecía que nada podría separarlas. Pero obvio, eso era un error. Cuando se es diferente, el amor une, pero también separa.
Los lentes
Cada cosa en el mundo disparaba su imaginación como un botón de confeti de colores. Casualmente nadie más veía las cosas como ella. Se sintió sola en un mundo de miopes.
Únicos
Todos eran diferentes, cada uno de ellos, y eso era igual en todos.
Ojos Hazel
Cuando sus ojos se abrieron al nacer, comenzó una disputa, un debate por el inconsistente color en sus ojos. Según fue creciendo sus ojos se convirtieron en el todo para él. Él era como sus ojos, se adaptaba al contorno, pero no pertenecía al mismo. Nunca perteneció a los espacios, ni los espacios a él. Tampoco las ideas, ni las personas, ni las casas, ni las calles. Él estaba fugado en todo, cambiando su pupila de colores. Él, el diferente, el raro, el marginado, el fuera de la norma, el que no actúa y hace las cosas como los otros. Él se hizo famoso vendiendo sus obras de arte, pinturas con un lujo de detalles que gozaban de realidad. En la más importante exposición, regresó al lugar que lo vio crecer, al lugar que lo marcó como diferente y raro. Todos fueron a ver la exposición, no por conocerlo, sino, porque se había vuelto famoso. Una obra única en su clase fue desvelada por primera vez ante la vista de todos. Era un lienzo inmenso, que tenía pintado unos enormes ojos hazel. Los colores variaban sobre el blanco fondo, no podía detectarse la presencia del marrón vibrante, del amarillo opaco, del verde esperanzado… el cambio en los colores, la destreza del dibujo, el arte absorbido por la tela, hacía que todos miraran al centro de los ojos. Y los centros de los ojos, estaban pintados con un color profundidad del cual era imposible salir.
É.
La errata de los espíritus
Desde pequeña mi mamá me instruyó en la mentira, en el engaño. A los 7 años ya sabía cortarles el pescuezo a las palomas y extirparles los ojos a las cabezas para usarlas en los rituales. A los 12 ya estaba bajo la mesa preparando los efectos especiales que mami me mandaba a hacer. Todos venían a visitarla, el nombre de doña Tomé era famoso en el barrio y en todo el pueblo. Hasta de otros pueblos venía gente a buscar la sanación por medio de los espíritus, a ver su futuro en las cartas y a exorcizar sus peores miedos. La casa se pasaba llena, y mami Tomé tenía todo preparado, siempre cobraba antes de empezar y dejaba caer algunas monedas al suelo para que así yo supiera que era momento de encender el cannabis junto con el incienso. A veces, cuando dejaba caer monedas, estás se iban por un agujero que tenía el piso y luego, cuando ya no quedaba nadie, era que yo podía bajar y meterme bajo los pilotes de la casa a buscar las monedas. En ocasiones bajé antes a buscar las monedas, cuando el ambiente estaba brumoso me colaba bajo el mantel, metía mis pequeñas piernas en el agujero y me dejaba caer bajo la casa. Cuando mami Tomé sentía a los espíritus muy tranquilos, levantaba el mantel muy despacio y se asomaba bajo la mesa. Cuando me veía buscando las monedas me enviaba una mirada fulminante y me hacía subir con más fuerza que un embrujo. Vi a mami Tomé hacer todo tipo de curaciones, aprendí el oficio, pero jamás me fijé en las personas que iban excepto una vez. Cuando entró al cuarto mami Tomé me había metido bajo la mesa, pero yo levanté el mantel un poco y vi como mami Tomé se le acercaba con un par de yerbas en las manos. Era una mujer alta, vestida con elegante atuendo gris, con un pañuelo rojo adornándole el cuello y unos zapatos de tacón que la hacían elevarse sobre las zapatillas rotas de mami Tomé. La mujer se sentó, mami Tomé le agarró las manos, le agarró el dinero y dejo caer un billete. Era un billete con un numero inmenso, 50… cincuenta billetes de uno reunidos bajo una sola cara. Jamás había visto algo así. Comencé a encender el incienso mágico, mientras veía el billete escurrirse por el agujero del piso. Tuve intención de ir a buscarlo, pero mami Tomé lo sospechó y me dio un puntapié antes de que se pasara la idea por mi mente. Me quedé escuchando lo que se conversaba sobre la mesa, aquella mujer quería saber si algún día iba a tener hijos. Mami tomé le dijo que jamás, y me hizo señal para que prendiera un olor que saltara lágrimas. A la mujer se le aguacharon los ojos, pero se fue tranquila. Desde el momento en que se fue yo supe que quería ser como ella, pero mami Tomé dijo que esa mujer tenía peligro y cuando lo dijo, a mí se me erizaron todos los vellos del cuerpo y a ella también. Mami Tomé, no quiso que yo fuese así, pero al tiempo, luego de insistirle, me envió a la escuela. Desde entonces sus clientes llegaban a la casa en la tarde, cuando yo podía meterme bajo la mesa para hacer mis trucos. Meses más tarde, cuando ya estaba aprendiendo hacer como aquella mujer, ella regresó. Volvió y esta vez con una barriga enorme. Cuando entró a la habitación yo ya estaba bajo la mesa. Prendí los inciensos mágicos y mami Tomé se acomodó la falda para hacerle frente. Discutieron, la mujer empujó a mami Tomé. La escuchaba decir que Mami tomé era una mentirosa farsante. Ante la acusación coloqué sobre la mesa dos ojos de paloma. La mujer no notó mi presencia, pero mami Tomé se dio cuenta e intento utilizar la brujería y los ojos de paloma a su favor. La mujer declaró que ante la predicción de mami Tomé, que aseguraba que era una mujer estéril, ella dejó de tomar el medicamento para impedir los hijos, luego de eso, descubrió que no era estéril. Su ignorancia le costó mucho a mami Tomé, porque esa misma tarde, esa misma mujer, frente a los ojos de una paloma despescuezada, le disparó a mami Tomé. La mujer se fue y mami Tomé cayó al piso como una moneda. La atrapé en mis brazos y la lloré con las lágrimas quebrantadas de mi alma rota. Luego de sufrir el amargo tormento, prendí los inciensos para dejarme llevar por los espíritus, su espíritu que ahora revoloteaba por toda la habitación junto con los otros que ella invocaba. Despacio le quité el pañuelo, pensé atármelo al cuello, pero lo amarré en mi cabeza. Tomé su falda y la apuntillé a mi tamaño. Recogí las yerbas que tenía en sus manos y las olí, probé un buche del ron que se metía a la boca, la acomodé y despacio la dejé deslizarse como un ángel caído por el agujero del suelo. Con los ojos de paloma sobre la mesa, un par de caracoles y una mano de barajas, me senté a esperar al próximo cliente.
É.
Los tres cerditos: una historia de terror
Había una vez tres cerditos asustadizos. Siempre se pasaban temerosos de que el lobo que los rondaba se los comiera. Por eso decidieron construir las típicas tres casas. Uno la hizo de paja, el segundo de madera y el tercero de ladrillos. Como era de esperarse, cuando el lobo sopló, las primeras dos casas se vinieron abajo y los cerditos tuvieron que refugiarse en la casa de ladrillo. El lobo se cansó de soplar, y sin poder derrumbar la casa, se alejó. Pero como todos sabemos, aquel que se aleja, no está necesariamente ausente. El lobo era muy listo y sabía que el destino de los cerdos estaba sellado, no por ser tontos, sino por ser cerdos. Sabiendo esto el lobo se mantuvo rondando la casa de ladrillo, y agazapado en la espesura del bosque, aguardaba que los cerditos tuvieran que salir. Al poco tiempo el momento esperado llegó. Fue una tarde de luna llena. Los cerditos necesitaban que comer y buscaron algunos alimentos en los alrededores, cerca de la casa, sin alejarse mucho. Los lobos comenzaron a aullar. Por todas partes se escuchaban los aullidos resonantes que rebotaban sus ecos entre los árboles y la caída de la noche. Los cerditos corrieron hacia su casa de ladrillos, pero cuando llegaron, el lobo ya estaba en la puerta. Ellos solo vieron los filosos dientes que se asomaban prestos a mordisquearles hasta los huesos. Sin más remedio, los cerditos corrieron para alejarse del bosque, se resbalaron con las hojas que el otoño había robado a los árboles. El lobo se acercaba, ellos lo sentían y no solo uno, sentían a toda la manada. Los aullidos los emboscaban, estaban aterrorizados. Los cerditos corrieron incansablemente hasta dejar el bosque atrás, pero los aullidos le seguían el paso. Cuando se dieron cuenta, los cerditos huían en medio de la noche, entre las calles de un pueblo que parecía ser amigable. Sin saber qué hacer en ese lugar tan desconocido, decidieron esconderse. Apretados pasaron por la única puerta que encontraron entreabierta. Los lobos le perdieron el rastro. Asustados, los tres cerditos, se escondían en la carnicería del pueblo.
É.
Horror night
Cuando la noche se hizo obscura, la criatura salió. No tenía ojos, pero veía. No tenía pulmones, pero podías escucharla respirar. Yo estaba aferrado a la esquina de la cama. Sabía que la criatura esperaba mi sueño. Y su corazón era mi desvelo. Cada noche. Escuchaba los latidos zumbar bajo mi cama. A veces, cuando el sueño terminaba por vencerme, despertaba y la sábana estaba en el suelo, desgarrada. Cada día era más aterrador que el anterior. El miedo me carcomía. Sin poder hacer nada. Nadie me creía, nadie nunca me creyó lo que pasó aquella aterradora y esquizofrénica noche. La lluvia no cesaba. La luz de los rayos alumbraba mi habitación por segundos. Estaba todo obscuro, excepto por los escasos segundos. Una vez más sentí los latidos bajo la cama. Los corazones latían a la par. El mío de miedo, el de él de ansias. Sentía que algo se agazapaba bajo mi cama. Se alistaba para atacar. Yo, lleno de miedo, me enroscaba en la esquina, lejos de la orilla de la cama. Poco a poco, la sábana se fue halando. La agarré con mis manos para detenerla, para arroparme y esconderme a esperar mi destino. Aun así, perdí la sábana cuando cayó al piso. Subiendo despacio por el borde de la cama, vi una mano. Una garra. Unas uñas largas y siniestras que pretendían desgarrar aquello que tuvieran en frente. Yo estaba en frente. La criatura se incorporó en su cuerpo deforme. Me miró con la cuenca vacía de sus ojos. Vi mi propio miedo en aquel obscuro vacío. Escuché el rechinar de sus dientes. Estaba listo y se acercaba, respirando aire caliente que no salía de su deforme pecho. Acercó sus dientes negros a mi rostro. Él no tenía aliento. Aun así, escuchaba el zumbido de su corazón. Entonces me atacó, pero antes cayó al suelo. En mi mano aun sostenía sus entrañas, las cosas que le quedaban. Me agaché y comencé a masticar, poco a poco, hasta que no quedó nada. Ni siquiera una razón para creerme.
É.
Amor breve
Sabía que le encantaba lo que yo escribía, porque ella era así como yo, breve. Por eso aquel éxtasis pasó tan rápido. Se fue sin despedirse, lo que hizo que aquel momento perdurara por siempre. Jamás la volví a ver. Luego de aquella noche, pienso que debí dedicarme a escribir novelas y no micro-cuentos.
É.
Microcuentos mecánicos
“Robots”
Se besaron sin saber que no estaban programados para entender el amor. Al instante, sus circuitos quedaron fuera de control.
Monitor
La luz del monitor de sus computadoras era lo que les permitía verse a pesar de la distancia y también era lo que hacía que la distancia doliera más.
Empacadora
Era como una fábrica de empacar cosas. Un día empacó mi corazón y jamás volví a verlo.
Buscador
Solo hay un motor de búsqueda que puede superar a google, las madres, que siempre encuentran las cosas que uno da por perdidas.
Distinto robot
Él no era como todos. Estaba hecho completamente de engranajes y en las piezas flojas era donde residía su alma.
Latido mecánico
Le extirparon el corazón y le colocaron uno que parecía de cuerda, y con todo y eso, el amor era de verdad.
Inteligencia artificial
Despertó para darse cuenta que era el dios que los súbditos habían creado por necesidad.
Costumbre mecánica
Y para escribir… ya no hace falta tinta.
Piezas
Lo bueno de nuestro estado futuro será que, al rompernos, podremos rearmarnos poco a poco.
Caricias
Hoy un sutil roce nos eriza la piel. Un día de estos necesitaremos acariciarnos con un taladro, y no será suficiente.
Atracción
El enorme monstruo hecho de piezas de metal tenía un solo defecto. Solo le atraían los imanes.
Yo
Era un universo de piezas sueltas, una caja de legos derramada en el piso. Era un país de piezas sueltas, acomodadas para formar cosas. Era una ciudad de piezas funcionales, cada una en su supuesto lugar. Era un todo hecho de piezas, miles, millones de ellas, en millones de combinaciones. Era una pieza, que no sabía dónde iba.
É.
Microcuentos del mundo equivocado
Tos de mosca
Los mundos erráticos son producto de las moscas gigantes que tosen cuando se enferman.
Rebuznada presidencial
Y el animal se subió a la mesa presidencial, rebuznando, mostrando gruñidos ante todo raciocinio, le dio de comer carne a los herbívoros.
Muchas bocas
Pocos comen mucho, muchísimos comen poco.
Rechinar de dientes
Se sabe de algunos lugares en que el vació de la boca solo se llena con el sonido de dientes.
Transacción privada
Le ofrecieron dinero por sexo. Necesitaba el dinero y la soltería hacía que el sexo se le sobrara.
Congregación
El ermitaño llegó a la cuidad. Vio toda esa gente hecha un revoltillo. Comenzó a predicar los beneficios y la paz que se sentía al estar solo. Gente y más gente le creyó, fue así como él perdió todo eso de lo que hablaba.
Opinión pública
Cuando el embalsamador se iba, él tenía sexo con los cadáveres, necrofilia crónica. Lo peor era que él se creía el mejor porque ninguno se le quejaba.
No es amor
La amaba tanto que la celaba.
La amaba tanto que le pegaba.
La amaba tanto que la seguía.
La amaba tanto que siempre se arrepentía.
La amaba tanto que la quería solo para él.
La amaba tanto que la alejó de ella misma.
La amaba tanto... que la mató.
Plumas y humo
La señora, conociendo los vicios de su hijo, se levantó temprano en la mañana. En la jaula solo encontró plumas azules y amarillas medio chambuqueadas. Desesperada gritó: “¿Quién se fumó mi perico?”
Confusión
Fue una época de narices rojas aquel invierno, casi todos se emocionaron con el olor de la nieve.
Regla y asalto
El diezmo o no te permitiremos creer que lo que te diremos es cierto.
Perro
Un niño pordiosero se pasaba por la calle con un perro de esos de calidad o de raza, como el niño, que de alguna raza era. Cuando evaluaron el nivel del perro, dijeron que valía más de cinco mil, una mascota así no debía estar en la calle, debería estar ganando concursos de perros, televisado para otros perros y auspiciado por otros perros. Que quede claro, este microcuento no se trata del niño.
¿Para qué?
Dos gatos se peleaban sin tregua por una copa de leche. Uno peleaba por tomarse la leche y el otro por llevarse la copa.
School-suply
Los niños eran el pegamento del matrimonio. Aun así, se divorciaron. Entonces no supieron que hacer con los potes de pega.
¿Qué hago con los nenes?
El mayor ingreso de los cines proviene de los divorcios.
Prédica discriminatoria
Amaos unos a otros.
*Los gays no cuentan ni como unos ni como otros.
Redondo
En un mundo redondo, con ciclos redondos, con costumbres redondas, con historias redondas, con gente de cabezas redondas, con ideas redondas, con acciones redondas…. Todo se va rodando.
É.
Microcuentos de amores imposibles
Ángel de la guarda
La cuidó desde cerca, tan cerca, tan a la derecha del corazón, que terminó por enamorarse de ella.
Néctar
La flor, enamorada de la abeja, producía néctar solo para verla regresar.
Amor limitado
El pobre ciempiés, que vivía enamorado de los zapatos, se declaraba en quiebra.
Nubes felices
El orgasmo de una nube, empieza con truenos y termina en lluvia.
Adicción
Un corazón adicto al amor es un corazón adicto al riesgo de quebrarse.
Anhelo
Aquella fantasma hacía temblar con gritos las paredes de la casa. Eran sustos de muerte lo que provocaba su presencia. No hubo nunca forma alguna de vender la casa, pero para cada nuevo intento de venta, el dueño visitaba la casa. Y eso era lo que ella quería.
Labios ajenos
Él, mortalmente cleptómano, murió enloquecido de sombras al no poder robarle un beso.
La voz de Yocahú
Antes de la conquista, cuando la orilla de la playa aún era taína, Yocahú se enamoró. Llegados los españoles con sus cruces y cristianos, Yocahú marchó. A aquella triste taína solo le quedaba la voz de su amado en el canto de una caracola vacía.
Proceso de olvido
-Cantinero, sírvame dos y prepárese, que la noche promete.
Por dos
Fue como enamorarse de su amigo imaginario, todo lo hacía por ambos.
Los dos yo
Entre su bipolaridad y sus cosas, su yo enojado se enamoró de su yo alegre.
Sin amor
Para no dejar rastro, no pisó el camino.
Amores imposibles
Al final del tramo, el amor que no se intenta, es el imposible.
É.
Microcuentos polémicos
El beso en el pañuelo
Él era un gay icónico, sobrevivido a las inclemencias de las épocas, que no había llevado muy bien los discrímenes de esos años pasados, pero estaba en pie. Vestido de rojo brillante, sobresaliente entre las blancas palomas que acompañaban al sacerdote, le tomó la mano y con reverencia le plantó un beso en el tope. Él no le dio el beso a la mano de Dios, mucho menos a la del sacerdote, si no al joven que un día fue su mejor amigo. Fue un instante de recuerdos, de aquellas tardes bajo la lluvia en que metían los pies en el charco de agua sucia, fueron aquellos días donde la gracia de Dios los acogía a ambos. Se abrazaron. <<¡Qué gusto verte!>> dijo el sacerdote. Lo bendijo, le sonrió, le extendió la mano pare recibir otro beso. Al partir, uno coló ese instante en lo profundo del corazón. El otro, sacó un pañuelo, y disimuladamente, se limpió el beso de la mano.
¿Malpractis?
El doctor lo vio abierto sobre la mesa, él intentaba reparar el daño, pero la idea no se le iba de la mente. Mientras lo operaba, pensaba en su hijo que moría en un cuarto de ese mismo hospital por deficiencias del corazón. Intentaba contenerse, él sabía que su hijo necesitaba un trasplante. Para sofocar la idea, le preguntó a la enfermera rogando que no coincidiera << ¿qué tipo de sangre es el paciente? >> <<Tipo AB>>. Fue una decisión difícil.
Defender al asesino
Antes de ser declarado culpable y condenado a muerte, el abogado defensor leyó el archivo y dejó caer dos papeles delante del fiscal.
Políticos
Los sordos guiaron a los ciegos a escuchar los gritos de una gente que se cae por un precipicio que no ven.
También le habló
El pastor repetía constantemente que Dios le había hablado, hasta que un tipo lo mató. Primero lo señalaron como asesino, pero él se defendió. Dijo que Dios le había hablado y le urgía tener al pastor en los cielos. Unos pidieron justicia, otros desertaron y lo dieron por loco, increíblemente la congregación creció.
Castidad
La primera vez que las monjas del colegio me vieron desnudo, la tierra tembló bajo sus pies. Luego temblaban conmigo.
Mundo paralelo
Antes de dormir, cenó. Luego fue al baño, se cepilló sus dientes, orinó, bajó la tapa, se enjuagó las patas, se puso el pijama, prendió el aire acondicionado, apagó la luz y le dijo a su humano << ¡guau! >>. El humano subió a la cama y se acostó en el borde.
Pertenencia
En un ataque de celos el esposo mató a la esposa, fue una escena horrible como la degolló. El esposo se quedó dormido en medio de la macabra escena. El gato subió a su falda como acostumbraba, olió al esposo y percibió el olor a otra mascota. Celoso, y creyendo que el esposo le pertenecía, lo degolló mientras este dormía.
Ellas
Se besaban, se acariciaban, se amaban. Eran los ojos que la veían los que estaban mal.
De príncipe a sapo
Su hombre, el que fue el príncipe de sus cuentos, le regaló una caricia y a ella le dio asco.
Matar desconocidos
Para educarlo colocó las manos de su hijo sobre la flama de una vela.
La mente y el estómago
Es fácil evangelizar a los que tienen hambre.
Verdades ocultas
No consiguió el trabajo y en la empresa le dieron mil excusas y explicaciones, pero en el fondo, todos, incluso él mismo, sabía que lo habían rechazado por ser negro.
Vestida para amar
Ella estuvo esperando el momento todo el día. Cuando lo tuvo desnudo sintió miedo, pero no quiso resistirse. Jadeos y sudor revolvieron la habitación. Sintió culpa varios días, era el mejor amigo de su esposo. Ella repitió varias veces, y tras la puerta, mirando la faena por una rendija, el esposo también disfrutaba su propia fantasía.
Fast food
La comida rápida de hoy, los ataques al corazón del mañana.
Apariencias
Cenicienta fue a la fiesta con unas chancletas mete deo’ y por supuesto, no pudo entrar a su final feliz.
Divide y vencerás
Malas noticias, ya nos vencieron.
Distintas formas
Cada quien te crucifica con los clavos que tiene.
É.
Microcuentos de decisiones curiosas
Dilema del tranvía
Era como ese dilema en el que debes sacrificar a uno para salvar a muchos, por más que se lo repitió, lo salvó solo a él, para ella, él valía por muchos.
Dibujo confuso
Cada vez que ella se enojaba él le dibujaba un cerdito. Al cabo de un año, comenzó a dibujar chuletas.
El libro
Dedicó muchos años a escribir un libro. Todos le preguntaban por qué tardaba tanto, a lo que él respondía que necesitaba un libro con el numeró exacto de páginas. Cuando por fin terminó de escribirlo, se agachó y lo colocó bajo la pata coja del escritorio en el que escribía.
La decisión de la oveja
El pastor abandonó sus ovejas para buscar la que estaba perdida, pero aquella oveja estaba decidida, no perdida.
Pez
El infame pez vivía bajo el agua, sin saber que vivía, sin saber que era el agua, sin saber que era un pez. Cómo pretenden que sepa que es infame.
Mentes pequeñas
Ayer, en una escena racista, vi a un hombre blanco arrestar a una pareja negra por tener un bebé blanco, era un hijo adoptivo, pero el policía insistió: “tenemos que detener a la cigüeña que está traficando niños.”
Mariposas
La mariposa, rebelde, desentrañada, involutiva, mordisqueó las hojas y las frutas. Los que la llegaron a ver dijeron el mismo comentario: “¡uy! que belleza tan grotesca”. Entonces me di cuenta de que no entendían que, en el fondo, la mariposa no dejó de ser gusano.
La duda del que ve
El hombre ciego ayudó a todos, nadie sabe si lo hizo porque era bueno o porque era ciego.
Extracto de sol
Vitamina D en cápsulas, para uso dos veces al día, sin quemarse, sin amaneceres, ni caminatas, todo desde la comodidad de su sofá con vista a su televisor. ¡Ordene hoy!
Decisión fácil
- - Tienes que elegir ¿él o yo?
- - En ese caso, me elijo a mí.
Indeciso
No podía decidir que sabor le gustaba más, la vainilla o el chocolate. No podía decidir si hombres o mujeres. No podía decidir si bien o mal, eso lo llevo a la cárcel. No podía decidir entre silla eléctrica o inyección letal. Pero él no era el único, alguien no pudo decidir si dejarlo libre, matarlo, o mantenerlo preso. Bueno, preso siempre estuvo.
É.
Microcuentos de la norma
Hacer amigos
No hables con extraños, no te pasará nada y nada pasará contigo.
Heteronormativo
Las reglas, las decisiones, la vestimenta, las actitudes, fueron impuestas por su padre, hasta una mujer le pagó, para intentar cambiarlo. Eso no era una mente cerrada, era un corazón seco de amor.
Contrato a ciegas
¡Quiérelos! Son tu familia.
Ruidos perpetuamente silenciosos
-No le digas nada a papi que se puede morir.
-Eso a tu abuelo no.
-Eso no se lo dices a nadie.
- Tiene otra manera de pensar, no le digas eso.
- ¿Cómo vas a decirle eso? Es tu hermano.
-Nos vas a matar a disgustos por ser diferente.
-Seas como seas te amamos, pero ni una palabra de eso.
- ¿Cómo puedes defender eso?
- De política no, no puedes llevarle la contraria.
- Nunca va a cambiar su forma de pensar, para que vas a decirle.
- Ni se te ocurra. ¿Y si se siente mal?
- Mejor haz lo que te dice.
- ¡No me contestes!
Algunos mudos nacen pudiendo hablar.
Enseñanzas contraproducentes
<<Tú no tienes que hacer lo que hacen los demás.>>
<< ¿Por qué tú no juegas? No ves que todos los demás si lo hacen, que raro eres.>>
Lo que se siembra
En su corazón solo sembraron rosas. Al crecer, pretendieron no cortarse las manos con las espinas.
Regla general de una muralla compartida
Hay una gran muralla que divide el país. Es enorme, gigantesca, tan muralla como las cosas que los hacen diferentes. Deciden un día armar dos pelotones de guerra, de cada lado de la muralla hay soldados listos para matar. Los sargentos suben a un podio, listos para incitar a la guerra y dicen: << hay dos tipos de personas diferentes en este mundo, nosotros y los que están detrás de esta muralla.>>
Reglas maleducadas
Ellas caminaban de la mano, enamoradas, se dieron un beso frente a todos, sin tener que esconderse, como debe ser. No faltó quien dijera, tal vez para sus adentros exteriores: ¿Cuál de las dos tú crees que es el macho?
Tradición
Lo que siempre se ha hecho así, no tendrá una mejor forma de hacerse. Y nos a acostumbramos a esto.
Tradición II
Las grandes mentes las manipulan ($), las pequeñas mentes las perpetúan, los radicales las rompen, y cuando se prohíben las peleas de gallos, sale a flote la ceguera.
É.
Comida para arrañas
140 Caracteres
Se conocieron por Facebook. Se vieron a los ojos en Instagram. Hicieron el amor por Twitter y le sobraron letras. #insatisfecha #muyrápido.
Fotitos
Madres, padres o personas de esas que tienen hijos, colocar una foto de su hijo/a diaria en alguna red social no hará que crezca antes, no es abono, crecerán de todas formas, aunque nadie se entere. Cuelga ese momento en el muro de tu corazón, es a ti a quien debe importarle.
Brevedad
En un mundo tan breve, tan pasajero, es tan difícil decir mucho en pocas palabras. Por eso ante su pregunta le dije:
“No importa sin son muchas o pocas palabras, si vienen de ti, escucharé hasta tus silencios”.
Redes sociales
Compartimos todo y nos quedamos sin nada, en medio de la pobreza estamos solos.
Ojos mecánicos
Y si esas cosas vacuas que andan por las redes sociales, son vistas por esas inteligencias artificiales, que, si aprenden lo que ven, no serán muy listas.
Dificultad literaria
Microcuentos, son tan breves que tienen que ser un tiro limpio, sin margen de error, sin fallar, justo en la mirada, directo a la conciencia, atravesando el alma.
Contagio
Entró a internet para verificar sus síntomas, meses después murió, no por la enfermedad inicial, sino por no haberse vacunado con un antivirus.
Involutivo
El próximo eslabón evolutivo será solo ojos. Unos ojos enormes incrustados en cráneos pequeños.
¿De qué parte viene?
La revolución industrial, redundantemente, revolucionó todo, dividió el trabajo y lo asignó a los individuos creando fronteras hábiles. Si hay una catástrofe y tengo un cuchillo, tal vez el cerdo pueda convertirme en chuleta.
Algo está mal
Mientras más vacío el mensaje, más abarrotado el lugar.
É.
Micro cuentos de ruidos internos
Mecánico
-¿Qué ruido hace su auto?
- Brrrrrr….rrrraaaatttaaaa…. tucutucutucu…
- ¡Ah! eso lo arreglamos rápido.
Espera
Todos esperaban con calma, tan pacíficos, tan relajados, tan resignados… excepto yo. Mi madre me regañaba << ¡estate quieto! >>. Siempre fui un niño inquieto, los adultos ya estaban molestos, tal vez porque no los atendían, tal vez porque tenían que soportarme. Pero ¿Cómo puede un niño estarse quieto cuando lleva todas las inquietudes por explorar haciendo ruido en las entrañas?
La pregunta
Por no saber la respuesta, no pudo dormir. Cuando la supo, le pasó lo mismo.
Gemidos
Pared con pared, el ruido no lo dejaba dormir, sin embargo, le gustaba estar atento.
La normalidad del sonido
La multitud, diversa, como suelen ser las multitudes, mezcladas de ideologías, sexualidades, etnias y todo, gritó. Entonces todos se escucharon como uno.
Latidos
Se acostó en su pecho para dormir escuchando el sonido de su corazón.
Normalizados
Se acostumbraron tanto al ambiente, que dejaron de escuchar la naturaleza.
Victimario
Cuando escuchó sus ruidos se asustó, quería hacer algo que no era bueno. Lo hizo, el ruido no se calmó. Lo volvió a hacer, una y otra vez. El ruido se convirtió en melodía, solo en sus oídos.
El dueño
Hace mucho ruido, no sonidos, no armonía, sino ruido. Luego nos hace creer que nos estamos quedando sordos.
El sonido de la huella
Una huella, por pequeña sea, puede marcar un paso en cualquier camino.
É.
Microcuentos sueltos
Creacionismo
Tenemos problemas a nuestra imagen y semejanza.
Ser
Vivimos para ser nosotros mismos y eso implica diferenciarse de los demás.
¿Quién eres?
Incluso en nuestra intimidad, cuando estamos solos, no podemos ser por completo, nuestra existencia no depende de lo que cargamos, sino de lo que proyectamos.
Más allá
Dicen que la muerte tiene un sonido que solo el que ha muerto escucha.
Jardinero
Sus ruidos internos olían a flores.
Que no haya culpa
Sonó su reloj biológico, ella se observó, lo pensó. Luego ejerció su derecho, apagó la alarma y siguió con su vida.
Palabras
Si no hablara sobre esos ruidos que llevo en la mente, juro que me saldrían subtítulos.
Si no hacemos lo que hacemos
Ya nos inventamos el entretenimiento, si no lo hubiésemos hecho tendríamos algo que hacer, pero a fin de cuentas terminaríamos igual.
Terror
No hacen falta fantasmas. Hay gente mala con poder y con acceso a internet.
Mezquinos
Construimos una jaula que contuviera todo lo que necesitamos para así quedarnos en ella y fingir que estamos atrapados.
Fábrica de zafacones
Nos vendieron tanta mierda que terminamos por comprarles los zafacones.
É.
Microcuentos de fantasías revertidas
Tonos de azul
La princesa, encerrada en la torre, dormida por un encantamiento, a la espera de su príncipe azul. Dos príncipes de distintos reinos salieron a su rescate. Sin embargo, la princesa no despertó y una mezcla de azules ocurrió junto a los huesos de un dragón que había muerto de hambre.
La princesa no duerme
Sin encomendarse a nadie, la princesa decidió rescatarse.
El alienado
Un hombre de semblante cansado, sentado en la banca de un parque, observaba a la gente. Al cabo de un rato se puso de pie, sacó de su sombrero mágico una puerta, entró y cerro con seguro.
El esclavo
Mientras caminaba por la calle encontró un anillo pegado a un dedo. Con cuidado lo sacó, lo miró, y como pensó que le serviría, se lo colocó en el dedo de la mano derecha. Se veía reluciente, y lo mejor era que con unos simples movimientos lo que deseaba se le cumplía, no se lo quitaría por nada en el mundo. Pidió miles de cosas, aumentó su fortuna, mejoró su estilo de vida, cambió todo lo que un día fue por un futuro reluciente. Pero a los pocos días, el dedo en el que estaba colocado el anillo, comenzó a dolerle. Era un dolor severo, pero insistía en no quitarse el anillo por miedo a perderlo. Entonces no hubo mejor solución que utilizar una vez más el anillo mágico, sin dudarlo, pidió que el dolor de su dedo desapareciera. El anillo brillo intensamente por un instante, luego cayó al suelo, opaco y pegado al dedo.
Realidad
Cuando terminó de escribir con aquella maquinilla antigua, toda la fantasía que había escrito se volvió realidad. Entonces ya no tuvo sentido fantasear.
La mitad de abajo
El pescador tiró las redes al mar y atrapó una sirena. La miró, y muy descontento, la tiró al agua otra vez.
Magia ficticia
Cuando se le acabó el enamoramiento, ella comprendió que él era la parte mágica entre dos mundos, un ilusionista.
Fantasía de pequeños
Era una diminuta hada, enamorada de Peter Pan.
Hechizo
Sus lunares son mágicos, en especial ese que tiene junto a la boca y que tanta envidia me causa.
Sin título
Recuerdo que tomé una pócima para olvidar….
É.
La taza
Luego de tres horas de visita, les ofrecí café. Aceptaron gustosamente, yo ya había tratado todas las supersticiones para que salieran de mi casa: coloqué una escoba detrás de la puerta, tiré un vaso de agua por la ventana y hasta dije “qué rápido pasa el tiempo.” Mientras preparaba el café me esforcé por concebir una idea que alejara las visitas. Me costó bastante tener la idea perfecta, pero cuando la tuve, no dudé en ponerla en práctica. Con un marcador finito logré escribir en el fondo de la taza con una letra muy clara. Les serví el café. Sorbo a sorbo se lo fueron tomando. Despacio porque estaba caliente. Soplando para que se enfriara. La conversación sobre no sé qué bagatela se extendió hasta que la primera persona terminó su café. Los ojos de huevo frito que tenía hizo que la conversación se desenfocara. Todos le preguntaban si estaba bien. Yo sonreía y me ponía un dedo en la boca pidiéndole que guardara silencio, como si fuera nuestro pequeño secreto. De uno en uno fueron adquiriendo la misma mirada de susto y yo mantenía mi sonrisa pidiendo complicidad. Algunos hasta salieron corriendo al baño a vomitar. Todo pasó tan rápido que no quedó nadie. Me parece que no van a volver.
Ahora que me estoy mudando, mi madre me ayuda a empacar algunas cosas, tomó las tazas para guardarlas en una caja. << Ten cuidado mamá, me dio mucho trabajo que el mensaje “has sido envenenado” se pudiera leer claro>>.
É.
Microcuentos desvelados
Un desvelo, una barra y una pregunta indiscreta
Me quedé mirándola fijamente. Ella llevaba una de esas vestimentas completas que requieren que metas tus piernas y subas toda la ropa hasta cerrarla a la altura del pecho. Ella debía pensar que quería algo con ella. Le observaba los botones que se extendían desde la cintura hasta el pecho y la tira de tela que subía hasta hacerse un nudo en la parte de atrás de su cuello. Tal vez mi mirada la incomodó un poco. Le observaba los brazos, que estaban cubiertos por unas pequeñas mangas ancladas al resto de la vestimenta. Sonriente, me le acerqué, me devolvió la sonrisa. Se veía algo nerviosa. Me agaché hasta su oído y le dije: ¿Para mear tienes que quitarte todo eso hasta abajo?
Desvelo y frustración
No alcanzaba sus sueños ni dormido ni despierto.
Sueño roto
Era difícil admitir que no podía manejar aquello que sentía.
Conductor
Manejaba sus sentimientos como conducía el coche. Por eso durante las noches pagaba las multas.
La desconocida
Se desvelaba pensando en ella.
Acumulado
Se metía todo en el centro del pecho. Por último, una pastilla, para ayudarse a dormir.
Dormir por siempre
Esperaba el autobús para ir a trabajar cada mañana. Era su esfuerzo lo que mantenía a flote a su familia. No solo era él, eran otros tantos, en el mismo autobús, incluido el chofer que había perdido la noche en un desvelo que lo hizo dormirse mientras conducía.
Miedos
Tenía miedo a cerrar los ojos en la noche y no volver a abrirlos, entonces murió por falta de sueño.
Positivo
Convertía sus desvelos en noches para estar vivo.
Cuento corto
Cuando no podía dormir, tecleaba cuentos interminables, pero muy breves.
Almohada mojada
Desvelada hasta el cansancio, comenzaba a llorar y se dormía entre lágrimas.
El soñador
Era un sueño pequeño, pequeñito, diminuto desvelado por querer cumplirse.
É.
Microcuentos versados
Mirada
Una mirada enjaulada en el aire, deseando escapar, sin percatarse de que es libre.
Sonrisa
Unos dientes sosteniendo la bóveda de paladar, el cielo de la boca y el azufre de las palabras.
Cielo e infierno
Los llevamos dentro y lo sabemos dependiendo del calor de las palabras.
Nudos
Son los brazos cruzados cuando necesito el abrazo que no me das.
Amor
Desde que se fue al extranjero solía enviarle todo envuelto en papel burbuja, porque el amor es frágil y porque me gusta explotar las burbujas.
Puños
Tengo los puños apretados, a la espera de una lucha que no llega.
Carta leída
Me dijo que tenía una mano abierta para tomar la mía y entrelazar mis dedos, pero olvidé que tenía dos.
Vivir perdido
Si me perdiese en tu mirada, no buscaría el camino de regreso.
Indiferencia
Creo que fui muy cruel al hacerle lo que le hice, desde nuestro rompimiento, siempre lleva consigo su acta de nacimiento para confirmar que de verdad existe.
Super-poder
Te veo aún cuando tengo los ojos cerrados.
É.
Distintos
Pavo real
Era tan real que era narcisista, se había enamorado de sus propias plumas.
Solitaria
La veía cada tarde, con todo el peso de la vida a cuestas, abandonada por el todo. La observaba mientras le daba de comer a los gatos callejeros…. Siempre que la veo, me hace sentir solo.
Profundidad
Somos tan profundos, que, aunque estemos lejos, nos abrazamos.
Lenguaje
Si no entiendes lo que digo, entonces bésame.
Amazonas
Nos despellejan vivos, para que los cuervos no pasen trabajo.
Diccionario
Autoflagelación = *destruir todo hasta morir.
Llanto
Mecanismo, puerta de escape, para no ahogarnos en nosotros mismos.
É.
Figura de arcilla
Estaba moldeado a la medida, ajustado con el detalle con que los griegos esculpían a sus dioses, no había defecto en la compactada tierra que me formaba, era una obra maestra que todos querían mirar, tener y tocar. Pero ese día de lluvia, que algunos dirían fue catastrófico en mi historia, mi tierra se mojó y me convertí en pantano. Mi creador usó nuevamente sus manos para devolverme mi perfección, lo intentó, le salieron llagas en los dedos tratando de devolverme a mi figura perfecta. Pero cuando apretaba la yema de sus dedos en mi tierra, se perdía la forma, la perfección se hacía pedazos, como si la arcilla se negara al contorno de las manos, entonces dejó que me secara con esa forma grotesca. Volví al museo, imperfecto, y la gente se acercó para verme como realmente soy.
É.
Fragmento
[ Si se dispersaran todos los recuerdos que tenemos pegados con pequeñas gotas de imaginación, nos romperíamos como un aguacero y jamás dejaríamos de llover.]
É.
La libertad de las mariposas
Juegan las mariposas en la orilla del viento alto, en el espacio abierto de los adentros, en el filo del acantilado, desde donde las veo. Llegué hasta aquí siguiendo solo a una de ellas, una pequeña que voló cerca de mí en la mañana de un día 20, ahora son muchas, parecen estar fuera y dentro de mí, al mismo tiempo, quebrantan la física estando lejos en el aire y acariciando mi piel en un mismo evento. Será mi imaginación, me digo, imaginación cruel y despiadada, que me hace soñar mientras me siento allí al filo del acantilado, entre el balance de la vida y la muerte. Alguien me dijo que este riesgo era innecesario, podía atrapar una en un frasco y llevarla conmigo. Que locura, eso es una verdadera atrocidad.
É.
Microcuentos de otros lados
Otra gente
Hay desconocidos, que cuando los conoces, valen la pena.
Camino obscuro
Para no perdernos en la noche, no salgamos. Es así como nos perdemos de todo.
Contigo
Lejos, pero no distante.
Libre
Quiero ser libre y volar en el espacio de los abrazos que me das.
Siglo XXII
Más nos vale aprender a volar en los espacios cerrados.
Tocar de oído
Seamos el compás de nuestra propia música y aprendamos juntos la canción.
La última página
Esa página mentirosa, que usualmente nos habla de un final feliz.
É.